No deja de asombrar al país el atroz asesinato que propició un joven de 14 años a su padre, un mayor del ejército en servicio activo con tan solo 42 años de edad, también a su pequeña hermana de 7 años y el intento de matar a su madre de 37 años quién quedó herida. Sorprende la sevicia, pues el joven le propinó 117 puñaladas al papá y 77 a la niña.
La pregunta que es: ¿Qué motivos tendría ese joven adolescente para tan brutal crimen? Hasta ahora no se sabe nada, dicen los vecinos que escucharon una acalorada discusión, otros creen que podría ser el efecto de una educación fuerte y disciplinada que el padre imponía al hijo o también que le estaba propiciando una paliza a la madre y el joven salió en su defensa, pero dicha versión se pone en duda al atentar contra la madre, así como el brutal asesinato de su hermanita indefensa.
Pero finalmente el menor parricida con toda frialdad confesó ser el autor del crimen y la policía lo trasladó a un centro de reclusión para menores por orden de un juez de garantías, donde deberá permanecer por cuatro meses mientras se investigan los hechos y se esclarece el grado de culpabilidad para aplicar la pena, que por ser un caso ocasionado por un menor, según el código colombiano de infancia y adolescencia, le otorga una pena entre 2 a máximo 8 años. Mientras cumple los 16 años de edad, él podrá permanecer en un lugar semicerrado bajo libertad asistida, desde luego una pena muy benéfica para tan horrendo crimen que ese joven tendrá que cargar en su conciencia y la sociedad por el resto de su vida, además quedando marcado para cualquiera que vaya a ser el desarrollo de sus actividades tanto de educación, formación y laborales, ¡siempre llevará esa marca!
En la historia de la humanidad se han dado muchos casos de parricidio desde la antigüedad hasta tiempos actuales, donde hijos desconocen el cuarto mandamiento de la ley de Dios: “Honrar a padre y madre”. En la antigüedad el código romano castigaba severamente a quien llegara a atentar matando a sus padres. Esta pena se llamaba “Poena cullei”, que significa pena del saco y consistía que al parricida cualquiera que fuera su edad, lo metían en un saco de cuero con animales vivos, lo cosían y luego lo arrojaban al agua hasta su muerte.
En tiempos actuales se han presentado muchos casos atroces en el mundo, acá en Colombia igualmente, uno de ellos reciente fue el brutal asesinato premeditado que cometió Jhonier Leal, cuando a sangre fría asesinó apuñalando a su madre y a su hermano. Fue condenado a 55 años de prisión.
En todo caso, cualquiera que sean las causas para que una persona cometa tan execrable crimen, no tienen justificación ni perdón de Dios. Tanto el padre como la madre fueron los elegidos para traer al mundo a una persona, dándole la vida, por eso son sagrados. De manera que este caso, como los muchos de la historia, son condenables.