Entre más se combate el tráfico de drogas el consumo aumenta y no es solo por esta razón, más bien por la permisividad de las autoridades en el uso indiscriminado e irresponsable que muchos estados, entre esos el nuestro de considerar esta droga como no destructora y legalizar su cultivo dizque con fines medicinales. Colombia, siguiendo el ejemplo de Uruguay y otros países, no solamente permite el cultivo del cannabis sino que despenalizó la dosis mínima con fines recreativos, lo que ha disparado aterradoramente el uso en los jóvenes tocando a los niños desde los siete años en adelante.
Ya es común ver en los parques de Bogotá y otras ciudades grupos de tres y más jóvenes a cualquier hora del día o la noche fumando marihuana, en las inmediaciones de las universidades, colegios y jardines donde el ácido olor de la hierba llega a los jóvenes y niños. Esos humos invaden las casas próximas y cuando alguna persona decide llamarles la atención, los marihuaneros reaccionan agresivamente. Este fenómeno permea las universidades y tecnológicos, es solo pasar por los alrededores de algún plantel de educación superior y se advierte grupitos de estudiantes marihuaneros fumando a sus anchas, lo mismo sucede en las inmediaciones de un conocido call center multinacional en el noroccidente de Bogotá, en que muchos de sus operadores en los cambio de turnos o en horas de almuerzo se ubican en las zonas verdes aledañas a meter vicio.
La problemática es alarmante, las autoridades se sienten impotentes y el uso de sustancias psicoactivas cada día toma más y más auge. Mientras esto sucede algunos senadores promueven con vehemencia la legalización de la droga y el cultivo. Solo de 92 mil hectáreas sembradas de coca, este año van 188 mil, sin sumar las de cannabis y amapola, lo que indica que no solamente se ha incrementado la exportación sino el consumo interno, agregándole a esto las nuevas sustancias sintéticas como el éxtasis, la cocaína rosada que es de un poder adictivo terrible, las metanfetaminas, el NBoMe, el 2CB, el popper y el temido LSD entre otras más.
Verdadero problema que crece geométricamente ante la indiferencia de la sociedad y laxitud de las autoridades, problema que terminará explotando en Colombia, afectando el futuro de la juventud, la economía y la política.
Solo una firme posición del gobierno, una responsabilidad nacional y una decidida política de reconstrucción moral sería el camino para resolver el mayor flagelo del país que son las drogas. Estamos bajo el imperio del vicio y lo vemos ciegamente, no escuchamos y poco se hace para afrontarlo.