DESDE mediados de noviembre comenzó a sentirse ambiente navideño, propiciado por el comercio para impulsar ventas, pero, también en cristianos hogares que con nostalgia despiden esta inigualable época, y, durante el año, cuentan los días de retorno a ella. La Liturgia toda de la Iglesia tiene como primer punto de referencia esta celebración de la Navidad, iniciando en torno al Redentor el Año Litúrgico con cuatro semanas de preparación para celebrar debidamente, la venida del Dios hecho hombre para salvar a la humanidad de la grave situación a la que la llevó su ofensa a la divinidad con el pecado.
A lo largo de nuestro diario vivir, que a ratos parece “fatiga inútil”, se ilumina nuestra vida con el esplendor de indecible luz que da esta preciosa realidad de la venida de Jesús a salvarnos. Este hecho de inigualada grandeza impregna todo el vivir de esperanza. El vivir el espíritu de la Navidad, impregnados de estos sentimientos, revivido por villancicos, luces e infantiles festejos da su máximo sentimiento y valor, que opaca toda otra profana celebración basada en festejos a veces pecaminosos, o con gozos meramente terrenos.
Con los pies en la tierra, somos invitados a una vida útil y laboriosa, animados del confortante pensamiento de que “siempre es Navidad”, cuando centramos el vivir en “la alegría del Evangelio”, como lo señaló el Papa Francisco en su primera Encíclica. Qué saludable y grata transformación de vida, un S. Francisco de Asís, una S. Teresita de Lisieus, un Juan XXIII, al llevar en su alma encantador gozo espiritual, en medio de los sencillos hechos del diario vivir impregnados de la satisfacción de estar haciendo el bien con finalidades que le dan valor de eternidad como es el amar a Dios y al prójimo.
Es allí, en ese diario vivir, y no en forma desconectada de él, en donde gozaremos de perenne Navidad, empeñados con la Virgen y San José en lo que cada momento nos reclame, ya en las labores que nos comprometamos a realizar con la mayor perfección posible, ya ayudando con el cuidado debido a todo prójimo sin discriminación, ya en servicio desinteresado a la comunidad circundante, ya a los reclamos de la Religión y de la Patria. ¿Qué he hecho hoy a favor de los hermanos, o de la difusión del bien, o del avance de ideas salvadoras del mundo?, ha de ser nuestra diaria reflexión, y su satisfactoria respuesta será la que nos dará el voto de estar en permanente Navidad.
Sin salirnos de nuestro de ese sencillo vivir, y solo dejándonos iluminar por el profundo significado de la Navidad, encontraremos el sentido tan especial de ella, que impregna de alegría y paz todo su ambiente. No dejaremos de lado los serios problemas, ni viviéremos en un angelismo, pero aun cuando en tantos momentos nos sentimos como en la “sin salida”, este ambiente navideño nos puede acompañar todo el año y nos dará luz, confianza y alegría para seguir adelante. Tanto María y José, como los Magos del Oriente, sufrieron graves dificultades, pero perseveraron en su decido viaje hacia Jesús con admirable y gozosa perseverancia. Acercándose a Jesús, con los debidos sentimientos diarios, reiniciaron el caminar “por nueva vía”, llena de luz, alegría y esperanza.