Contrario a lo que parece creer la alcaldesa de Bogotá, el héroe del Wirtschaftswunder o milagro económico alemán de la posguerra no se llamó George Marshall, sino Ludwig Erhard.
En 1948, las fuerzas aliadas que ocupaban Alemania Occidental pretendían mantener las políticas económicas de planificación central del Nacionalsocialismo: controles de precios, límites a la producción industrial, el reclutamiento forzado de la fuerza laboral. Pero Erhard, el director económico de la zona ocupada, desafió a militares, burócratas y supuestos expertos al liberar radicalmente la economía.
Como argumenta el economista Tyler Cowen, Erhard impulsó el milagro económico al acelerar el comercio exterior, reducir la carga fiscal de la empresa privada, eliminar los controles sobre los precios y mantener una sólida política monetaria (un acierto de los Aliados fue diezmar la oferta de dinero con la creación del marco alemán en junio de 1948).
De manera opuesta, las fuerzas de ocupación habían causado miseria al prohibir el comercio externo entre 1945 y 1946, incrementar los impuestos en un 50% en promedio, fijar los precios de los alquileres -lo cual exacerbó la escasez de vivienda en un país destruido- y restringir la producción industrial hasta en un 70 % comparado a niveles previos.
Crucialmente, Erhard implementó sus medidas liberales antes de que Alemania Occidental empezara a recibir los fondos del llamado Plan Marshall, cuyo uso estaba condicionado a la compra de productos y servicios estadounidenses. Además, el monto de dicha “ayuda extranjera”, el cual nunca superó el 5% de la Renta Nacional Bruta, se vio eclipsado por los costos de la ocupación y de las reparaciones de guerra, que constituían hasta un 15 % de la renta nacional alemana.
Cowen concluye que el éxito de Alemania Occidental se debió no al Plan Marshall, sino al libre mercado. La experiencia de los demás países europeos confirma esta tesis.
Grecia y Austria, por ejemplo, recibieron grandes cantidades de dólares per cápita bajo el Plan Marshall y, en el caso del país heleno, inclusive antes de su implementación. Sin embargo, sus economías sólo se recuperaron en los 1950, cuando Estados Unidos redujo el monto de las transferencias y sus gobiernos implementaron políticas fiscales conservadoras.
Reino Unido recibió la mayor cantidad de fondos del Plan Marshall -aproximadamente el 25 % del total- pero su economía se mantuvo altamente regulada, controlada por el Estado y por ende estancada tras la guerra, inclusive durante las décadas de los 1960 y 1970. Antes de que Margaret Thatcher comenzara a implementar su revolución liberal en 1979, Gran Bretaña era considerada “el hombre enfermo de Europa”.
Dada la considerable discrepancia entre los resultados británicos y aquellos de Alemania Occidental, el economista Jefferey Tucker concluyó que “eventualmente fue mejor haber sido un enemigo de Estados Unidos que un ‘beneficiario’ de sus dádivas internacionales”.
Como tantos otros políticos, Claudia López exalta el mito del Plan Marshall porque es un supuesto éxito de la intervención estatal en la economía. Pero Bogotá necesita una liberación al estilo de Erhard.