El próximo 08 de abril estaré llegando, Dios mediante, a los 50 años de haber recibido en la Catedral de Garzón, mi ciudad natal, la Consagración Episcopal, para regentar la Diócesis de Armenia, nombramiento recibido del Papa S. Paulo VI. Resumen de este gran período podría sintetizarlo en “bondades y más bondades” sobre esta frágil creatura. Es que desde la cuna he tenido efluvios de gracias en un cristiano hogar, con educadores, luego, que me entregaron los tesoros de la fe y vivencial ejemplo de honestidad, compañeros de estudio y de trabajo con clara visión de su vida y misión, superiores en la labor eclesial con dedicada ejecución de “lo que Él dijo”. Gracias sobre gracias, bondad sobre bondad.
Qué grato e inolvidable fue el ambiente campestre de mis primeros años, encausado hacia el bien del estilo alegre pero disciplinado de los claustros estudiantiles, brújula orientadora la rectitud de padres y educadores a lo largo de los años. He tenido, también, a mi lado, torcidos comportamientos, hasta con exitosos resultados, pero, por gracia de Dios, sin interés por avanzar por ellos, considerándolos senderos de fracaso y ruina. Tengo que reconocer, con gratitud a Dios, muchos, pero muchos triunfos y positivas realizaciones en todas las etapas de mi vida, y sería fingida humildad desconocerlo, pero, con plena sinceridad, he advertido que todo ello ha sido fruto de especial asistencia divina, y milagros de esa bondad, a pesar de las fallas humanas en mi existencia.
Después de mis estudios en el Seminario de Garzón, bien dirigido por los Padres Vicentinos, hice mi especialización en Derecho Canónico en la Universidad “El Laterano”, en Roma. Regresado a Colombia presté colaboración en la Curia diocesana de Garzón, en administración y apostolados, además de docencia en el Seminario, hasta ser Consagrado Obispo para Armenia, con fecundo apostado en ese acogedor ambiente quindiano. Después de 14 años y medio en Armenia, con algunas buenas obras materiales y muchas pastorales, fui enviado a Garzón 16 años y medio, y se realizó intensa labor evangelizadora, pasando, en mayo 2003, a dirigir el Tribunal Eclesiástico Nacional, en especial para atender problemas matrimoniales y pastoral familiar, con eficiente labor hasta el 2018 cuando he dejado cargos eclesiásticos, dedicado a cuidar mi salud y escribir artículos de prensa y libros sobre mi experiencia a las presentes y futuras generaciones.
Me complace mirar hacia atrás y recordar el tiempo que, en el Huila, en el Quindío y en lo Nacional he dedicado a mi propio crecimiento espiritual y cultural, así como a dar impulso a organizaciones apostólicas como Sociedad de S. Vicente de Paúl, Sindicatos y Cooperativas, Legión de María, Pastorales de Juventud y Familia, Proceso de Nueva Evangelización. Qué grato el recuerdo de laicos (as), a todo nivel, con respuesta en ellos de tantos líderes a escala mundial y nacional alentados por la voz de Papas, Obispos y Sacerdotes en desvelada labor, con compromiso de Iglesia a cultivar la Civilización del Amor.
En síntesis, “bondades y más bondades” de Dios, y de tantas personas buenas que me han llevado “a avanzar en la vida en continuo esfuerzo por hacer el bien” (Hech.10,38).
*Obispo Emérito de Garzón
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