Este 2021 pinta como un año retador y, en medio de las dificultades, esperanzador. Soplan nuevos aires. En Estados Unidos, la primera democracia del mundo, tal sistema, del que dijo el visionario Winston Churchill “era el peor, con excepción de todos los demás”, se ha puesto a prueba, frente a las arremetidas epilépticas del señor Donald Trump, a quien desquició el covid-19, tuvo un manejo errático de la espantosa pandemia, adelantó una campaña electoral perversa y no obstante obtener 74 millones de votos “cautivos”, con sus últimas actuaciones altaneras demostró ser un mal perdedor y se va a hacer condenar por el Senado para inhabilitarse en las próximas elecciones. Antes que renunciar, para demostrar un resquicio de dignidad y de paso hacerle un favor político al vice Pence, decidió patear la lonchera.
Triste epílogo de un mandatario que se la jugó entero por defender a su país y a su economía; pero su manejo último fue deplorable, en temas de redes sociales, con mensajes que incluían cambios de luces que desconcertaron a la gente más despabilada -sus seguidores incondicionales- que estuvieron a punta de incendiar USA. Y queda el sabor amargo de un sistema electoral imperfecto, con unas votaciones vía “472” que dejaron muchas dudas y exasperaron los ánimos de los votantes que veían en el hombre a un héroe moderno, con copete, hasta tomaban los remedios que recomendaba, aunque fueran desinfectantes de ropa y varios murieron en el intento. Pero derrota es derrota y los republicanos tienen que sacudirse del fenómeno Trump y pensar en un futuro estadista para recomponer esa enorme nación dentro de los parámetros de libertad, orden y seguridad.
Nos resta sólo desear la mejor de las suertes a la fórmula Biden - Harris, pues si obran con cordura, serenidad y sapiencia sabrán devolverle el optimismo a un país atónito y a un mundo desconcertado por el curso de los acontecimientos que están haciendo historia y que por la crudeza de la pandemia han puesto a rezar hasta los más ateos. Al menos sabemos que el nuevo mandatario es católico y ello nos trae una brisa de optimismo moral.
Post it. Se repite el “Síndrome Fujimori”, quien tras varios escándalos logró salir del Perú, en 2000 y exiliarse en Japón, tierra de sus ancestros, donde pudo haber tenido un final de sus días tranquilo, al menos en libertad. Pero, siguiendo los designios de la ambición de poder, le dio por volver al Sur para buscar un nuevo período presidencial, atisbando el panorama desde Chile y desde entonces anda entre la cárcel y la clínica, hasta que se muera.
Ahora el líder opositor ruso, Alexei Navalni, sobreviviente del agente químico Novichok, suministrado por orden del dictador Vladimir Putin, a quien el régimen le ha inventado su prontuario, ha decidido regresar a su Patria a seguir haciendo oposición y ya está en la cárcel. Ingenuo. Es como si Leopoldo López, quien logró volarse de las mazmorras venezolanas, decidiera regresar a su país para enfrentar democráticamente al sátrapa de Maduro. Frente a las dictaduras no hay oposición civilizada que valga, dijo un mudo.