Debería aplicarse el principio de cautela a la hora de hacer cuentas sobre el resultado de la balanza comercial de Colombia, por el hecho de mostrar a mayo una reducción importante en su déficit. Cuestión que debería ser, en principio, una razón para el optimismo. Sin embargo, es preocupante que sea el resultado de una fuerte caída de las exportaciones y no de una mejor dinámica de estas, que se combina además con una disminución superior en las importaciones.
Si bien las menores compras al exterior, por la debilidad de la demanda interna, compensa y sobrepasa la reducción en las ventas, el análisis detallado de estas últimas deja mucho que desear. El valor de las exportaciones en el mes de junio bajó en un 27% en relación con el mismo mes del año anterior y en comparación con el semestre cayó en un 14% (en dólares FOB) mientras en volumen, por millones de toneladas, se redujo en un 3%.
Surge la inquietud frente a cómo actuarían los principios de precaución en la política de este gobierno si, vale bien recordar, que combustibles y los productos de industrias extractivas siguen llevando la batuta con un peso del 50% de total de las exportaciones, a penas seguidos por las manufacturas (23%), alimentos y bebidas (12%), productos agropecuarios (9%) y otros (6%). Entonces, ¿cómo juega su modelo de desarrollo sentado en una “economía descarbonizada” con énfasis en el agro, la reindustrialización y el aumento de la productividad?
Al concentrarse en las exportaciones no minero-energéticas se observa, por ejemplo, un decrecimiento de 15% en el semestre, frente al mismo del año 2022, en café, té y especias (29%), plantas vivas y floricultura (8%), frutos comestibles (14%) y grasas y aceites animales o vegetales (27%) y eso que la devaluación de la tasa de cambio del peso frente al dólar les favorecía. Se entiende, claro está, la coyuntura de precios internacionales.
Si se acepta la definición de foco, como una luz muy potente concentrada en una dirección, la política pública para la promoción de exportaciones no parece tener el despliegue de fuerza para ser central, aunque en rendición de cuentas se hable de tener un balance positivo en líneas como: la intervención de fábricas para la productividad, el fortalecimiento de centros Zasca de emprendimiento, el programas FortaleSER para las micro y pequeñas empresas, en encadenamientos productivos y en aglomeraciones o clústeres. Cierto es que el mercado con Venezuela ha tenido un incremento, pero no es significativo.
Lejos se está del llamado de la OCDE a desarrollar una mentalidad empresarial (con creencia en ella) con vocación hacia la innovación exportadora basada en el cumplimiento y la certificación de estándares, en la adaptación de los productos y en la profundización de los canales de comercialización, que sustenten nuestras ventajas comparativas.
En circunstancias como las actuales se ve imposible que el gobierno pueda cumplir, para el año 2026, su acentuada meta de llegar a tener exportaciones no minero energéticas al nivel del 56% en la canasta exportadora de Colombia.
* Presidente Corporación Pensamiento Siglo XXI