CARLINA TOLEDO PATTERSON | El Nuevo Siglo
Viernes, 16 de Diciembre de 2011

 

En alerta naranja

 

El más reciente aquelarre generado por la anterior administración del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar es el caso de Chandler Burr, un hombre estadounidense quien se acogió a las reglas del juego del proceso de adopción en Colombia, le fueron entregados dos niños y en un momento dado, al enterarse la entidad de que Burr es homosexual, los niños le fueron quitados. Esta semana, después de una elegante batalla jurídica, una Defensora de Familia del ICBF revirtió la decisión y Burr se irá con sus hijos.

Independientemente de los sentimientos que como ser humano cada cual pueda tener al respecto, porque sí es un tema donde hay pocos matices de gris, lo demostrado en este último par de semanas es que el ICBF es un organismo en el cual cada Director ha buscado imprimir su sello personal y en ese sentido lo ha manejado a su real saber y entender, sin siquiera tener en cuenta que en casos como el de Burr existe un ordenamiento jurídico que sienta la base de las adopciones.

Claramente cada funcionario público está en todo su derecho de conservar sus creencias personales y desarrollar su vida acorde con ellas. Sin embargo, sí es en extremo delicado cuando las convicciones trascienden el ámbito personal y llegan al punto de transgredir la ley, obviando derechos. En este caso la anterior Dirección del ICBF lo hizo y la Procuraduría lo está haciendo al rechazar de manera absurda dos pruebas hechas la semana pasada a Burr y sus dos niños.

Es obvio que el debate sobre el tema de la adopción por parte de homosexuales está abierto. En este caso, la defensora consideró que lo procedente según la ley y todas las pruebas y valoraciones, era que Burr pueda ser el padre de los niños. Algo pudo haber tenido que ver el escándalo formado por la W al respecto y ahí surge la pregunta acerca de ¿cuántos otros casos similares no habrá y que no han tenido la fortuna de la amplia divulgación en una cadena radial?

Los derechos no son para unas elites, ni para ser manejados como a cada quien le provoque. Eso es algo que al parecer la nueva dirección del ICBF está queriendo corregir y aunque la reestructuración de la entidad debe comenzar por la misma redefinición de su misión, el hecho de que desde el Departamento Administrativo de Prosperidad Social se esté admitiendo que se trata de “gerenciar un problema de procesos y procedimientos muy sofisticado”, es un parte de tranquilidad. Ojalá con el nuevo talante ejecutivo veamos resultados pronto.

@CarlinaToledoP