Nuestra triste telenovela
A su regreso del Foro de Davos, Barry Salzberg, el CEO global de Deloitte Touche Tomatsu, escribió acerca de lo que más le impactó y se refirió en concreto a dos temas. Uno, cómo el liderazgo está cambiando en el siglo XXI, y dos, la responsabilidad de las empresas con la sociedad. Evidentemente ambos están ligados estrechamente porque ningún buen líder de hoy puede obrar de espaldas a lo que es su responsabilidad en la construcción de una mejor sociedad desde aquello que se constituye como el eje del negocio, o corebusiness.
A manera de ilustración citó el estudio del Economist Intelligence Unit, en el cual preguntan a empresarios acerca del propósito y el impacto de las compañías en la sociedad. 76% cree fundamental medir su valor en términos de la contribución positiva que hace su corebusiness, así como por las ganancias que ella genere. Esto evidencia ni más ni menos que aquello de la sostenibilidad llegó para quedarse y que tanto consumidores, como otros grupos de interés, evaluarán a las empresas de su entorno acorde con la manera como logren analizar los problemas más significativos que afecten su calidad de vida y generen cambios desde aquello que mejor hacen.
Casi al mismo tiempo, aparece en las páginas de opinión del New York Times una columna de Sarika Bansal, periodista, quien hace un análisis de la manera cómo programadoras de televisión desde el norte de India hasta Sudáfrica han asumido su responsabilidad con la generación de grandes cambios sociales a través de los contenidos de las novelas en su programación.
Bansal expone el caso concreto de Makutano Junction, en Kenya, producción que expone el creciente problema de alcoholismo y cómo para un hombre termina siendo más importante el dinero para comprar su trago que la medicina que podría curar de malaria a su hijo, quien finalmente muere en brazos de la madre. Dice Bansal que el “entretenimiento educativo” ha obtenidos logros significativos.
Si retomamos lo que han sido las telenovelas colombianas de los últimos años es claro que ninguna de las cadenas ha asumido el papel que les corresponde como educadores o generadores de cambio. El statu quo social pareciera ser algo a lo que nos debemos habituar y aunque unos tienen gestión en sostenibilidad, es obvio que no quieren aplicarla a través de aquello que es su corebusiness porque erróneamente creen que afectará de manera directa sus ganancias. Indudablemente van en franca contravía del liderazgo del siglo XXI.