Carlos Alberto Estefan Upegui‪‪‪‪‬‬‬‬ | El Nuevo Siglo
Martes, 28 de Abril de 2015

DÍA SIN CARRO

Un embeleco más

Pareciera  que el desagradable “día sin carro”, iniciativa “mockusiana” que muchos alcaldes del país han resuelto imitar para llamar la atención, solo sirve para perder tiempo y  afectar el movimiento empresarial debido a lo poco o nada que se puede hacer. Es un día absolutamente improductivo. Un día perdido durante el cual reina el desorden y son incalculables las consecuencias para el comercio y demás actividades económicas. Más grave aún, ahora cuando no solo  basta  con un solo día al año, sino que han resuelto programar dos y hasta tres, tanto en la capital de la República como en otras  ciudades del país en las que su afán esnobista los lleva a copiar todas las ocurrencias que sucedan en Bogotá; sin tener en cuenta el caos que representa esta ciudad, donde se acostumbra distraer al ciudadano a base de descrestes y engaños, en lugar de esmerarse en tomar medidas  que verdaderamente resuelvan  de una vez por todas sus problemas de movilidad. Y no es una inculpación para el alcalde Petro, sino para todos los que han sido alcaldes de Mokus en adelante.

 Del “día sin carro” prácticamente los únicos favorecidos resultan ser los taxistas y los propietarios del precario sistema de transporte masivo, constituyéndose en un embeleco trivial sin mayor aporte al desarrollo. Bogotá  es, además,  una de las ciudades donde menos se trabaja en el país, a pesar de ser  donde más se madruga y donde la congestión, los afanes y el estrés terminan por configurar un cuadro de “ocupación aparente”.

El  empleado sale de su casa antes de que amanezca y  vuele en la noche cuando sus hijos ya están dormidos. Tampoco hay vida familiar. Al mediodía, el tiempo asignado para almorzar termina convirtiéndose en más de una hora; y  cuando se regresa a la oficina, va siendo hora de prepararse para salir nuevamente, porque si se es propietario de carro, debe hacerlo antes de que se inicie el pico y placa y, en caso contrario, para evitar la congestión de buses y busetas. Siendo así, es poco el tiempo disponible para trabajar, como consecuencia de los problemas de movilidad que un “día sin carro” no resuelven, ni dos ni tres; por el contrario, son mayores las dificultades por el deficiente servicio del transporte público.

 Entre tanto, los ambientalistas se esmeran en defender la idea sobre la base del supuesto beneficio de la reducción en la emisión de gases, verdad  a medias en cuanto está demostrado que la mayor contaminación proviene de  buses y  busetas, los cuales durante el “día sin carro” circulan a sus anchas. Ahora bien, si lo que se quiere es obligar a la gente a caminar o a utilizar bicicleta, ¿cuál es el afán de  programarlo entre semana en lugar de un festivo?

 Un “día sin carro” suena  a paseo, a vagancia, a desorden, a indisciplina; no da gusto salir de la casa. De ahí que muchos de sus adeptos pudiesen ser a aquellos a quienes no les gusta  hacer nada.