Carlos Alfonso Velásquez | El Nuevo Siglo
Lunes, 16 de Marzo de 2015

Síntomas de crisis de valores

 

Algunas de las reacciones a dos acontecimientos ocurridos la semana anterior nos muestran que síntomas de la crisis de valores que atravesamos, no solo se dan en clases populares sino también afloran en miembros de las elites del poder.

La decisión presidencial de suspender bombardeos contra campamentos de las Farc durante 30 días fue solo un paso más en la dirección de aquellas palabras pronunciadas por Santos al comenzar el año: “…mientras se logra el acuerdo final, estamos procurando desescalar la intensidad del conflicto. El cese al fuego unilateral e indefinido decretado por las Farc ha sido un paso en la dirección correcta…” De esta manera, fue coherente con lo que había dicho poco antes en Cartagena: “la desconexión entre la mesa de negociación y lo que acontece en el país ya no procede”.

Pero parece que algunos -como Uribe y sus seguidores cercanos- no quieren entender que lo que el Presidente busca es impedir que las Farc tengan en sus manos la iniciativa político-moral con la mirada puesta en el cierre del conflicto. Complementando lo anterior con la procura de un mejor ambiente político que rodee la discusión sobre la justicia transicional y el resarcimiento de las víctimas; de ahí la invitación a conformar la comisión con disímiles miradas.

Lo que hizo Santos con la suspensión de bombardeos fue responder a los últimos gestos de las Farc: compromiso de no seguir reclutando menores y acuerdo para conducir el desminado humanitario; gestos que reforzaron la entrega del general Alzate, el cese de fuego unilateral e indefinido y el reconocimiento de su responsabilidad y pedido de perdón a víctimas de Bojayá.

Ante la actitud de las Farc ¿será difícil entender que el Gobierno tiene mayor obligación moral de gestos con visos de magnanimidad? Independientemente de la verdadera intencionalidad ¿será mejor dejar que ese tipo de  gestos solo vengan de las Farc? ¿En qué radica la superioridad moral del Estado, en la magnanimidad o en la agresividad?

Lo cierto es que reacciones como “Santos anuncia el cese de bombardeos al terrorismo, que ya había aplicado con la parálisis de las Fuerzas Armadas”,  o “sin bombardeos, Santos despeja todo el país a las Farc aunque sigan extorsionando, narcotraficando, rearmándose y reclutando forzosamente”, dejan al descubierto no solo una corta visión estratégica, también debilidad político-moral del uribismo.

Y en el caso del magistrado Pretelt, todo se sintetiza en la postura de su abogado: “el derecho no tiene nada que ver con la ética”. Es decir, si no se prueba la responsabilidad penal, como seguramente sucederá, Pretelt quedaría exonerado de toda culpa. Pero ¿estaremos los colombianos dispuestos a aceptar que lo ético no es esencial en un magistrado?