Resultó poético, me dice Adolfo Meisel, emocionado con el documento “Compromiso Casa Grande Caribe” (CCGC), bautizado en homenaje a la novela icónica del inolvidable Álvaro Cepeda Samudio. Y, sí, es poético y expresa con seriedad el reclamo de la región ante la “realidad abrumadora” de su pobreza, del analfabetismo, la desnutrición, la mortalidad infantil, la pésima calidad de su salud, su educación y su infraestructura. Las carencias en el suministro de agua potable y saneamiento básico, “entre tantos otros rezagos en las condiciones de vida con relación al resto de Colombia”.
Las cifras son reveladoras de la discriminación deliberada, demostrada en que desde 1910 no ha habido un solo ministro de Hacienda caribeño. Ese cargo pertenece al Priorato de San Agustín, cuyos miembros reciben, en su dorada cuna andina, el privilegio exclusivo de administrar los recursos públicos del país. De ese hecho se deriva una economía adocenada, sin alma, que no ha sabido como financiar de manera sostenible la reducción de la pobreza de los colombianos, como lo demuestra el estudio de Jorge Iván González para “Razón Pública” (El Tiempo 8-1-18)
Justamente, para avanzar en la eliminación de la pobreza en la región, CCGC propone que en “los próximos 12 años se inviertan recursos equivalentes a 16.548 millones de dólares en los siguientes sectores: 1) Nutrición: USD$ 3.002.000; 2) Educación: USD$ 6.275.000; 3) Salud: USD$ 2.158.000; 4) Agua y Alcantarillado: USD$ 5.113.000. Tales cifras surgen de investigaciones profundas que, durante varios lustros, ha realizado Adolfo Meisel con sus colaboradores del Centro de Estudios Regionales de Cartagena.
Por fortuna, ha surgido de nuevo el espíritu de rebeldía creativa de los Foros de la Costa que había sido silenciado por una dirigencia proclive a la corrupción, cooptada por el poder central, con escasas armas académicas e indiferente a lo que no sea su propio beneficio. Además, el CCGC no se enmaraña en la creación de nuevas entidades, con inciertos trámites legislativos y administrativos, que más parecen iniciativas personalistas que soluciones reales a los múltiples problemas de la Costa Atlántica.
El hermoso remate del documento seguramente lo oiremos en la voz de Carlos Vives, uno de sus firmantes ilustres: “esto lo declaramos para que se escuche en toda la geografía del caribe nuestro, desde Puerto López hasta Ayapel, desde El Cove hasta Simití, desde Aguachica hasta Fonseca, desde Betulia hasta El Difícil, desde Morroa hasta Chimichagua. Que nos escuchen en Santa Marta, desde Pescaito hasta Gaira. Que nos escuchen los Gaiteros de San Jacinto, los contrabandistas de la Guajira, los arroceros del Sinú, las prostitutas de Guacamayal, los hechiceros de la Sierpe y los bananeros de Aracataca; que nos escuchen en la Sabana que “ya tiene su diosa coronada”… que nos escuchen en Ciénaga… ; ]que nos escuchen los míticos creadores de los Cuadros Vivos de Galeras]; que nos escuchen “los que viven en ese barrio que se llama con las mismas palabras que tiene pintadas mi bus en el techo encima del parabrisas para que la gente no se confunda y sepa vía Lo Amador en lo que estamos con frescura… aquí en esta angosta esquina de la puta tierra”