La díscola Cataluña ha vuelto a las calles para reclamar, una vez más, su independencia de España. En la semana que termina los catalanes, divididos de por mitad, han notificado a Europa que siguen siendo la piedra en el zapato para la unidad peninsular. Sin embargo la situación, en cuanto a fuerzas y argumentos, sigue siendo igual a la que desde hace dos décadas se viene planteando, cuando explotaron los sentimientos separatistas de la provincia más rica de España.
El principal escollo reside en el extremo recelo con que estas pretensiones son vistas por la unidad europea que teme y son razón en un efecto dominó. Lo cierto es que Cataluña goza en la actualidad de una gran autonomía y de gran apoyo y consideración en el contexto geopolítico hispano. El divorcio, según los entendidos, traería grandes y graves consecuencias para ambas partes. Para empezar su gran producción agrícola e industrial tendría grandes trabas en el comercio internacional y los grandes organismos multilaterales se verían afectados muy seriamente.
Pero el peor golpe lo sufriría España. Sería devastador por cuanto la unidad geopolítica y territorial peninsular podría saltar en pedazos.
La vida autonómica ha sido celosamente protegida, ya que las costumbres y el modo de vida local proyecta una gran diversidad. De todas maneras la actual coyuntura se presenta muy delicada por cuanto desde hace varios meses no existe una fluida gobernabilidad y se ha tenido que convocar a nuevas elecciones para lograrla.
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Mañana los electores bogotanos tenemos una cita electoral.
Escogeremos un nuevo el Alcalde Mayor que le imprima dirección y ritmo a una capital que, es innegable en estos los últimos años ha tenido un avance hacia la modernidad, por cuenta de una segunda administración de Enrique Peñalosa. Quizás no tan vistosa como la primera, pero como reza su publicad, ha sido más efectiva que popular.
Muy importante la dedicación que se le ha puesto a cambiar las viejas redes de acueducto y alcantarillados en casi toda la ciudad. El padecimiento de sus habitantes es casi insufrible cuando vienen las temporadas de lluvia, como sucede en la actualidad. El crecimiento exponencial en todas direcciones hace colapsar no pocos de los servicios públicos. Los últimos días las crecientes que hemos sufrido no tienen nada que envidiarle a los arroyos barranquilleros.
Votando con el deseo creemos que la mejor candidatura es la de Miguel Uribe Turbay. Amplio conocedor de los problemas y de las soluciones que nuestra urbe reclama, sería un gran burgomaestre. Su gran experiencia en el Concejo Distrital y en el ejercicio de la Secretaría de Gobierno de Peñalosa, lo acreditan como la mejor carta. En su defecto la candidatura de Carlos Fernando Galán sería también una buena opción. Es serio y estudioso y con grandes ganas de acertar, especialmente en combatir la inseguridad que es el mayor tormento que
padecemos.
Los temperamentos y las hojas de vida de Claudia López y Hollman Morris no nos garantizan unas administraciones acordes con las urgencias del momento. Su mejor papel lo podrían hacer ejerciendo una oposición constructiva.
Adenda
Cualquiera que sea el próximo Alcalde Mayor Bogotá deberá preocuparse por buscar una solución estable y definitiva al caos de las rutas de los buses de servicio público.