Hay una figura en el análisis político que se conoce como el “efecto bandera”.
Cuando un país se ve sometido a un estresor de muy alta intensidad, como una guerra interestatal, una sucesión de actos terroristas, o una pandemia, los ciudadanos se aglutinan en típica conducta tribalista alrededor del presidente, sea quien sea, con el fin de sentirse a buen recaudo y fortalecerse mutuamente, en afanoso gregarismo.
Con todo, el efecto bandera está delimitado por los niveles de aceptación de que gozaba el jefe del Estado antes del evento traumático así como por el manejo que le dé a la crisis propiamente dicha, de tal modo que ese mutualismo no es tan incondicional como puede parecer en un principio.
De hecho, la Covid-19 ha servido para que muchos presidentes se fortalezcan y para que su liderazgo se consolide como ejemplo de eficiencia, eficacia y efectividad, o sea, de satisfacción del ciudadano y afianzamiento del sistema.
Pero tal parece que este no ha sido el caso colombiano.
En efecto, durante la primera fase de la pandemia Iván Duque logró capturar algún porcentaje de favorabilidad; pero, en la reapertura gradual, el país ha recobrado la conciencia socioeconómica (agravada por el virus) de tal manera que la aceptación del presidente cae al precipicio, tal como lo muestra el más reciente Opinómetro Datexco.
Podría pensarse que, al no verse sometido a la presión de una reelección, el Ejecutivo no se halla muy estimulado a mejorar su desempeño.
Pero la derecha (de la que el Uribismo es apenas una parte), está -con toda la razón-, cada vez más preocupada porque si la tendencia continúa, lo que está en juego es mucho más que la permanencia de un partido en el poder.
Dicho de otro modo, resulta particularmente llamativo que la seguridad reciba tan desastrosa calificación (el 55 por ciento piensa que ha empeorado), sobre todo, porque ese fue el campo en el que más brilló el gobierno 2002-2010 con la paradigmática Política de Seguridad Democrática.
En tal sentido, no es de extrañar que un abultado 65 por ciento desapruebe el manejo que Duque le ha dado a este problema y que lo mismo haga el ¡70 por ciento! en cuanto a la guerrilla, el 67 con respecto al conflicto armado y el 60 en lo que se refiere al narcotráfico.
En definitiva, un escenario de gobernabilidad sumamente complicado para cuando llegue la “nueva normalidad”, que de nueva no tendrá nada; y de normalidad tampoco.
* Profesor de la Escuela Superior de Guerra.