Es hora de calificar el trabajo de Claudia López como alcaldesa de Bogotá, posición que muchos consideran la segunda en importancia en el país.
Vamos a hacer un análisis sin meterle política, solo la percepción de una habitante de la capital que ha vivido este año de pandemia en la ciudad que ella dirige.
Hay que reconocer es que este ha sido un año de retos inimaginables para cualquier gobernante. Tener que presidir una ciudad del tamaño y complejidad de Bogotá requiere una gran experiencia, más durante una pandemia. Desgraciadamente, ella no la tiene. Nunca había sido gobernante de nada. Senadora, sí, agresiva en sus discursos, sin embargo, sus arengas aportaron poco o nada a la nación. Pero, gobernar es algo muy distinto a hacer oposición, sermonear o dar pantallazos políticos, como fue su reciente, y muy inútil, viaje a San Andrés.
Por desgracia, los bogotanos tenemos claro que, como dijo Carlos Fernando Galán, expresidente del Concejo de Bogotá: “La alcaldesa, cuando ha habido problemas en algún tema, ha buscado en quien recargarse”. Eso es lo que López hace, buscar un chivo expiatorio para culparlo cuando su incapacidad de gobernar se manifiesta. La hemos visto constantemente culpar al presidente Duque por todo lo que ella es incapaz de resolver; culpar a la policía por los desmanes ocurridos durante las protestas; culpar a otros y sermonear a todos, es su solución.
Cuando otros alcaldes del país buscaban respiradores y otros implementos para responder a la emergencia médica, ella los demandaba del presidente. Quedó claro que, en vez de solidarizarse con los esfuerzos del gobierno, lo atacaba, aun internacionalmente, algo verdaderamente vergonzoso en medio de una crisis nacional.
Su excesiva cuarentena, que superó los cuarenta días, y, la cual se empeñaba en continuar indefinidamente, casi acaba con la economía de la ciudad. Fue necesario una protesta generalizada para lograr que la modificara.
Para resolver la crisis económica, causada por la cuarentena, López propuso desarrollar un “Plan Marshall”, el plan que Estados Unidos desarrolló para ayudar a una Europa empobrecida y semidestruida por la II Guerra Mundial. Este plan tomó el nombre del general George Marshall, Secretario de Estado, quien lo administró. Quizá la alcaldesa lo descubrió durante los meses que estudió en Estados Unidos. El problema es que Bogotá está lejos de tener los recursos o la capacidad que tiene Estados Unidos y López no lo entendió.
Habría sido más apropiado copiar “The New Deal”, el exitoso programa de obras públicas e infraestructura, desarrollado por el presidente Franklin D. Roosevelt en 1933, luego de la Gran Depresión, para dar empleo a la mayor cantidad de gente en el menor tiempo posible.
Este programa es perfecto para Bogotá que tiene aprobada y financiada la construcción del Metro y otras obras de infraestructura, de gran magnitud, capaces de dar empleo a miles de bogotanos desempleados. Pero, estas obras están paradas o caminando a paso de tortuga, entre otras cosas porque ¡ella quiere cambiar lo ya aprobado!
Sin embargo lo peor es la inseguridad y criminalidad que se ha tomado a Bogotá. Pero todos, inclusive los venezolanos, tienen la culpa menos ella. Parte del problema es su mediocre relación con la policía. Este año Claudia López se rajó como alcaldesa, su mal gobierno se nota en Bogotá.