En la guerra, cualquier lado se puede llamar a sí mismo el vencedor. No hay ganadores, sino todos son perdedores.
Neville Chamberlain
Si no aprendemos y asimilamos las experiencias vividas en el paro nacional estaremos condenados a volver a vivir noches de terror y a caminar por senderos de una guerra civil.
La pausa que han decretado los organizadores de los bloqueos y las marchas han de servirle al gobierno para que decante los proyectos necesarios, proponga modificaciones, consense con las mesas regionales de diálogo y logre conjurar efectivamente la crisis social que estamos viviendo.
No tiene lógica política prolongar los diálogos en el espacio y en el tiempo sin dar soluciones. No es el momento de la verborrea sin propuestas profundas, ni de promesas que jamás se cumplirán.
Esa es la responsabilidad del gobierno del presidente Duque, de su partido, del Congreso que muy poco ha ayudado, de los gremios y de los banqueros que están callados sin ofrecer soluciones.
El problema es de todos. La deuda social es de décadas atrás, es la acumulación de promesas de campañas incumplidas.
Y los organizadores del paro también deben asumir su responsabilidad por la violencia generada, destrucción de la infraestructura, las muertes de lado y lado, los heridos, la enorme pérdida de puestos de trabajo de las clases menos favorecidas, el cierre de empresas y, lo más grave, el desproporcionado aumento de los precios de la canasta familiar, que seguramente no bajarán.
La protesta social debe servir para rectificar el camino señores del gobierno, y es ya. Muchas cosas se pueden hacer con voluntad política, no hay que esperar a reformas constitucionales, acuerdos, pactos o simplemente a la repartición burocrática.
La grandeza de nuestros dirigentes está en saber aprovechar las crisis para cambiar de rumbo. No en aprovechar para pescar en rio revuelto, como lo está haciendo un partido, exigiendo cuotas para apoyarlos en sus proyectos de ley.
Tampoco la solución es atacar a los integrantes del clero diciéndoles que son los incendiarios del país, cuando ellos solo buscan la justicia social, como está expresada en la doctrina social de la Iglesia y en múltiples encíclicas papales. No es el momento de ataques personales o a las instituciones, es el momento para ponernos de acuerdo en torno a cómo vamos a caminar todos hacia un verdadero progreso social.
Los violentos deben ser conminados a que no sigan destruyendo el país de sus propios hijos. Por eso condenamos el violento ataque a la brigada 30 de Cúcuta y lamentamos los 36 heridos.
Pero hay que entender, estudiar y proponer verdaderas y rápidas soluciones.
Hay que reconocer y aceptar que hay descontento general. Mirar en qué tienen razón estudiantes, maestros, sector transportador, sector salud, comerciantes, y aplicar los correctivos necesarios.
En manos del gobierno está la solución de la crisis.
Si se dieron la mano los presidentes de Estados Unidos y de Rusia, Biden y Putin ¿Por qué no podemos entre colombianos darnos la mano para ayudar al país?