Mientras la mayoría de los colombianos estamos confinados para evitar la propagación del Covid19; en el Chocó hay 12 mil personas confinadas por violencia. El Alto Baudó tiene la situación más crítica: 2.025 personas están hacinadas en un coliseo, que no los protege ni de las lluvias. La guerra entre el Eln y bandas criminales por el negocio del narcotráfico deja ya más de 17 muertes en menos de seis meses.
En la zona del Alto Baudó desembocan en el océano Pacífico varios ríos, lo que lo convierte en una de las rutas más importantes del narcotráfico, y todos quieren controlarlo. El 31% de la región está afectada de manera directa por grupos criminales. Cálculos de la Undoc estiman que esta región aporta el 36% de la producción potencial de hoja de coca fresca.
El Gobierno Nacional ha incrementado la seguridad con la cooperación de la policía y el ejército, se han realizado consejos de seguridad, y se ha hecho acompañamiento psicosocial a los habitantes. También se coordinan ayudas humanitarias para los desplazados. No obstante, esto no es suficiente con la pandemia.
El desplazamiento y el consecuente confinamiento, en medio del coronavirus, representa una evidente amenaza para salubridad y los derechos fundamentales de los ciudadanos. Según cifras del Censo Nacional 2018, más del 45% de los habitantes de Baudó viven en confinamiento. Esto significa aglomeración y concentraciones de personas que los hacen especialmente susceptibles a enfermedades, epidemias y aún más a pandemias. Si además agregamos la obligación de no salir, impuesta por el Gobierno, podemos tener una bomba de tiempo. El municipio solo tiene tres médicos, y el departamento solo tiene 1,6 camas por cada cien mil habitantes. Urge la acción de las autoridades regionales y nacionales para conjurar esta grave crisis humanitaria.
La secretaria del interior del municipio estima que la manutención mensual de los 2 mil confinados valdría 1.200 millones de pesos, imposibles de pagar con las precarias arcas municipales. Además hay más de 14 mil víctimas de la violencia dentro de la región, y confinamientos en otras localidades. Devolverle seguridad a la ciudadanía sólo será posible cuando derrotemos el narcotráfico.
El país no puede olvidar que mientras unos estamos encerrados por el miedo a un virus, que podría matarnos; hay todavía miles de colombianos desplazados, encerrados fuera de sus casas porque los violentos los asesinan. En medio de esta cuarentena, donde nos queda tiempo para reflexionar sobre nuestras vidas y nuestro papel en la sociedad, debe a haber tiempo para pensar en los colombianos de la periferia, que parecen abandonas a su suerte.
En el Baudó el 90,6% vive con pobreza multidimensional, el analfabetismo es del 47%, el 84% tiene bajo logro educativo, el 83% está en casas con inadecuadas condiciones higiénicas, el 73% no tiene un acceso a fuente de agua potable, el 40% vive sin aseguramiento en salud, y el 98% está en la informalidad. A esta pobreza hay que agregarle la sangrienta violencia que los persigue y les impide siquiera pensar en el futuro.
Colombia, todos, tenemos un deber moral con esos compatriotas que se inicia con nuestro compromiso con derrotar el narcotráfico y darle al territorio la paz necesaria para construir todo lo que falta. La violencia como el virus, deja todo lo demás en suspenso.