En medio de la fatiga y desconcierto que trae la conducta de tantos humanos, que oscurece el vivir en nuestro planeta, cómo alivia y conforta disfrutar alegría y esperanza al sentir la voz segura y clara del primer representante en nuestro suelo del Divino Maestro. Días de luz y de esperanza fueron los que vivimos en Colombia en octubre del 2017, y qué paz espiritual y confianza en un futuro mejor, los vividos en Panamá a finales de enero, con proyección al mundo, con la voz confortante del Papa Francisco en la Jornada Mundial de la Juventud.
Al lado de vacíos pregones de ideologías materialistas que ensombrecen al mundo con su empeño de organizarlo de espaldas a Dios, confortante escuchar el mensaje de un profeta como Francisco. Importantes los detalles acentuados por el Papa en sus sustanciosas intervenciones, tanto ante los jóvenes como ante adultos, presentados con transparente sencillez, claridad y convicción. Qué luz en sus ideas y qué precisión en sus orientaciones ante directivos civiles del país, qué fraternidad y voz de amistad hacia directivos de la Iglesia, qué precisión de detalles a los jóvenes con seductoras llamadas a seguir a un Jesús modelo de pleno cumplimiento de la misión recibida del Padre.
Advirtió, Francisco, que los jóvenes no deben esperar a un mañana, no son solamente el “futuro de los pueblos” sino que desde hoy deben dar valiosos aportes y sacrificios por causas nobles. Fue insistente, el Papa, en su llamado a los jóvenes, ya lo había hecho en Bogotá, a no cruzarse de brazos esperando un mañana, sino desde su hoy, en la suerte de los pueblos.
Es de tener en cuenta cómo los documentos de nuestro Episcopado Latinoamericano habían sido ya solícitos en reclamar el cultivo de la juventud y el inicio de su compromiso con Dios y la Patria. En Medellín S. Paulo VI que señalo la juventud como “fuerza nueva de presión” y como “nuevo grupo social” portador de sus propias ideas y valores y de su propio dinamismo y sensibilidades sociales (5,3). En Puebla, se señalan rasgos característicos de la juventud como “inconformismo”, “espíritu de riesgo”, “capacidad creativa”, que exige autenticidad y sencillez (n.n. 1167-1168).
En Aparecida se da una voz preventiva para defensa de los jóvenes del gran flagelo de la droga (n.422), y se da amplio “espacio al tema de adolescentes y jóvenes” (nn. 442-446), se advierte el peligro de falsos líderes que invitan a constituir “parrillas, pero, al tiempo, se han destacar buenos orientadores que están llamados a encaminar a “una experiencia de Jesús”, algo en lo que insistió el Papa en Panamá. En el n. 446 señala ocho líneas prácticas de labor pastoral con los jóvenes para aprovechar su presente e iluminar su futuro, entre las cuales, como algo ciertamente provechoso, se invita a llevarlos a procesos de educación y maduración en la feliz inducción de su compromiso social y político.
No se han de quedar estas grandes Jornadas Mundiales de la Juventud, iniciadas por S. Juan Pablo II, en pasajeros fogonazos sino que han de convertirse en “confortante presencia de Jesús”, incentivada por la voz y el testimonio seductor de su Vicario en la Tierra.
*Obispo Emérito de Garzón
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