Tres palabras describen con toda claridad los dos años primeros años de gobierno de Gustavo Petro: corrupción, desgobierno y falsedad, o mejor dicho “cortinas de humo” a diario para ocultar, camuflar y esconder la verdad de lo que este gobierno se empeña en hacer: destruir todo lo logrado por años de esfuerzo de los gobiernos anteriores. Óigase bien destruir, no mejorar, sino acabar con lo alcanzado y así crear un caos total para gobernar, al mejor estilo comunista, luego de echar abajo todo lo privado y pasarlo, de una u otra manera, al control del Estado. Estado supremo con control total sobre el pueblo como único proveedor de todos los servicios.
Ahora Petro crea polémica por el cambio de nuestro escudo, en vez de enfrentar las crisis eminentes y gravísimas del país, como es el alarmante aumento de la violencia, los asesinatos de líderes comunales y soldados, los secuestros, el control de los grupos terroristas de gran parte del país, la desmoralización del ejército, tan bien ejecutada desde el comienzo de su gobierno. Petro es un maestro de cortinas de humo y falsedad que mantienen a la opinión política y a los medios discutiendo necedades mientras él se toma, una por una, las instituciones y destruye la democracia.
Quizá lo más demoledor de este gobierno ha sido su nivel de corrupción. Y eso, en un país donde ya se conoce esta lacra. Lacra que infecta a Petro, desde la financiación de sus campañas políticas hasta los constantes escándalos de sus funcionarios, de los que Petro toma distancia, lavándose las manos, con total desvergüenza. Corrupción que infecta a otros gobiernos latinoamericanos como el del Nicolás Maduro, que tiene a Venezuela totalmente postrada. La corrupción, algo realmente catastrófico, tal como lo es un terremoto de magnitud 5 o 6 en la escala Richter, o una hambruna causada por sequías absurdas como las que sufre en África, algunos países cercanos al Sahara. Cada acto de corrupción nos hace más pobres, más miserables, porque cada centavo robado en la Guajira, el Choco o Nariño son miles de platos de comida que no llegan a las escuelas, son miles de niños que no comen, son cientos de centros de salud sin medicina, peor aún, sin médico o enfermera que atienda a los pacientes.
Cada centavo que se roban afecta a todo el pueblo, a todos nosotros, de muchas maneras. Lo acabamos de ver en los Juegos Olímpicos de París donde Colombia no logró el desempaño de los años anteriores. ¿Pero cómo, si en dos años de gobierno llevamos tres ministras de Deporte, una corrupta y dos incapaces? Bueno, pero esto ocurre en varios de los ministerios de este desconcertante desgobierno.
Esto nos lleva a mencionar solo dos desastrosos errores de Petro: sus equivocadas actuaciones contra el desarrollo energético de Colombia, planteado y ejecutado por Ecopetrol por años con responsabilidad y acierto. La fatal mengua de la autosuficiencia gasífera del país en un 15%, debido a la disminución de pozos perforados, de 120 a solo 11 durante estos dos años y algo muy similar en lo referente a la explotación petrolera. Ambas decisiones afectan directamente el costo de la vida de todo el pueblo que usa gas o gasolina. En dos años, Petro ha destruido mucho de lo bueno que teníamos.