Las crisis hacen parte de la vida, al menos en este trayecto que conocemos y sobre el cual hacemos nuestros mejores esfuerzos para resolver la existencia. Es en los períodos de tiempo en los que la cotidianidad se torna difícil cuando podemos utilizar todas las herramientas vitales que hemos adquirido o -más interesante aún- encontrar y desarrollar otras. Sí, las crisis nos recuerdan que somos aprendientes, que el camino es largo y que mientras estemos vivos tenemos múltiples posibilidades de seguir creciendo. ¿Qué nuevo nos traen las crisis? Se me ocurre que cada letra de la palabra nos puede ayudar a descubrir los órdenes ocultos tras el evidente caos.
Consciencia: una crisis nos permite darnos cuenta de lo que está ocurriendo; tal vez sea la única manera de ver algo que no está resuelto aún y de lo cual la crisis es apenas un síntoma. Aquí cabe la pregunta sobre aquello que aún no hemos podido observar, sobre los velos que hemos puesto sobre lo que nos parece incómodo y preferimos ocultar. Una crisis es una gran oportunidad para ampliar nuestra consciencia, para ir más allá de lo observable a simple vista. Respuestas: una vez nos hemos dado el permiso de preguntarnos por el sentido oculto de la crisis, las respuestas no demoran en aparecer. Si nos hacemos las preguntas es porque estamos listos para responderlas, pues la vida en su sabiduría solo devela lo que ya podemos comprender. Encontrar las respuestas es un verdadero tesoro, pues nos muestran puertas que antes eran invisibles y que ahora podemos no solo ver sino abrir y traspasar.
Interiorización: las respuestas a las preguntas vitales que nos formulamos solo tienen una procedencia posible: vienen desde adentro. Por más que las crisis tengan manifestaciones exteriores, como una quiebra, un accidente o un atraco, las verdaderas causas están en nuestro interior; es por ello que lo caótico de un momento dado nos permite profundizar en nosotros mismos, en nuestras historias no resueltas, en todo aquello que quedó en punta, una tan afilada que tarde o temprano rasga el día a día.
Sanación: ese rasguño generado por lo aún pendiente se nos revela para que lo sanemos. Las heridas abiertas se infectan, por más telones usados para ocultar lo doloroso que todavía talla; por ello las crisis son grandes oportunidades para sanar, lo cual sin duda duele y arde, hasta que finalmente queda una cicatriz como maravillosa huella de aprendizaje. Innovación: cuando generamos nueva piel por una herida que está sanando, sin duda nos estamos renovando; es esa reinvención la que nos permite crear nuevas estrategias y tácticas para la no repetición del pasado tormentoso, para no seguir tropezando con la misma piedra y -por el contrario- avanzar con un poco más de certezas relativas sobre la trama de la incertidumbre.
Salto cuántico: este ocurre cuando hemos tomado consciencia, generado respuestas, realizado el viaje interior, sanado las heridas e innovado nuestra visión de vida. Desde ese salto estamos listos para vivir, cada vez más plenamente.