¿Cómo será el mundo después de la guerra en Ucrania? Probablemente, no hay pregunta que más preocupe a la academia (con sus discusiones bizantinas y habituales debates narcisistas); a los centros de pensamiento especializados (cada uno con su preocupación más propia y con su sesgo); o a las oficinas de planeación estratégica de los ministerios de defensa y de asuntos exteriores a lo largo y ancho del mundo (no de todos, claro está, aunque a ninguno de ellos la pregunta debería serles ajena).
No hubo tiempo siquiera para responder la pregunta anterior - ¿cómo será el mundo después de la pandemia? -, cuando ya quedaba obsoleta, desbordada, como tantas otras cosas, por el caudal de los acontecimientos. Eso podría ser frustrante para muchos. A modo de consuelo, quizás ambas preguntas tengan una misma respuesta. Una en el tono y con las implicaciones de aquella que anticipó Richard Haass, presidente del Council on Foreign Relations de los Estados Unidos, en el portal de Foreign Affairs hace dos años: “La pandemia acelerará la historia, antes que remodelarla (…) Lo que cambiará como resultado de la pandemia no es el hecho del desorden sino su extensión”.
Pero el desorden puede asumir distintas expresiones, y su extensión ser variable. Mathew Burrows y Robert A. Manning, del Atlantic Council, presentaron hace poco “cuatro posibles futuros”, que podrían emerger (o no, huelga decirlo) en medio del desorden, cuando termine la guerra en Ucrania. En cualquier caso, advierten, el mundo ya ha dejado de ser lo que era; o lo que venía ya dejando de ser, hace rato -diría Hass, atemperando un poco la idea-.
La guerra en Ucrania, aunque termine, no pondrá fin al conflicto, que se convertirá en un “conflicto congelado”, un conflicto “intratable” -como hay varios en el mundo-aunque ninguno tan volátil ni con mayor potencial para el desbordamiento. Sucesivas negociaciones, transacciones a medias e intermitentes incentivos, y una persistente guerra de baja intensidad se convertirían en la nueva normalidad, no sólo para Ucrania, sino para Europa, Rusia, y los Estados Unidos.
La guerra en Ucrania, cuando termine, dará lugar no a una, sino a dos guerras frías: una con China y otra con Rusia, ambos alineados en su oposición a Estados Unidos; mientras una Europa fragmentada intenta construir una nueva arquitectura para su seguridad, y en tanto emerge -otra vez- un bloque de “no-alineados” que, en la práctica -otra vez-, no lo serán tanto.
La guerra en Ucrania no termina, sino que se transforma, por cuenta del estancamiento, la acción vicaria, y, finalmente, el uso táctico de armas nucleares, en una nueva gran guerra que, a pesar de ser esencialmente europea, acabará siendo irremediablemente mundial -como las anteriores-.
O puede que la guerra en Ucrania acabe alumbrando (dolorosamente, y armas nucleares mediante) un “valiente mundo nuevo”. Con una China más cooperativa e involucrada, una Rusia post-Putin, una Ucrania bisagra y amortiguadora, una institucionalidad internacional reforzada en algunos sectores, en el marco de una “coexistencia competitiva” que evoca el “concierto europeo” del siglo XIX.
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales