Pensaba para esta semana “desasnarme” sobre el carácter no vinculante de las previsibles Recomendaciones de una extraña “ONG” llamada Cidh sobre las protestas en Colombia, supuesta obligatoriedad que sentenció el inefable presidente del comité del paro, un señor extranjero de origen Maltés, ahora en trance de constitucionalista. Pero ya los preclaros juristas Juan Manuel Charry, en Semana, y Rafael Nieto Navia, en este medio, lo expresaron con claridad meridiana: no son vinculantes, son sólo eso, recomendaciones…y recomiendo la lectura de sendas columnas.
El tema que ahora inquieta y salta al primer plano internacional es el de Cuba, con sus protestas multitudinarias y gritos de “libertad”. El régimen dictatorial comunista, que por más de 62 años ha tenido en jaque la isla, ha llegado al límite máximo de su incompetencia. Tiene a la gente aguantando hambre, sin electricidad ni medicamentos, muriéndose de covid-19, sin ilusiones, sin libertad y se han recrudecido los intentos desesperados por lanzarse en balsas hacia Miami, a riesgo de perder la vida en el intento. Mientras nuestras democracias reinantes en países en vía de desarrollo van arañando la posibilidad de llegar, frente a la pandemia, a la inmunidad de rebaño, en Cuba ocurre lo contrario: la expresión lánguida de una población aporreada que ha puesto el grito en el cielo contra la iniquidad, principiando por San Antonio de los Baños.
Se jactan los defensores de oficio del esquema castrista en decir que allí la salud es masiva, pero nuestro primer “cubanólogo”, el excanciller y exembajador in situ, Julio Londoño, complementó el adjetivo con otro calificativo: “masiva, pero ineficiente”. Y vale la pena recordar que los cubanos que lograron escapar a Miami a lavar platos en el “salvaje mundo capitalista” deben mandan dinero a sus hermanos médicos que se quedaron, para evitar que se mueran de hambre; otros galenos fueron exportados a países latinoamericanos para ayudar a construir, a punta de bisturí, el Socialismo del Siglo XXI y en la sola República Bolivariana, en los últimos 20 años, más de 220.000 cubanos de toda suerte han campeado por allí en una especie de invasión disipada.
Cuatro golpes mortales ha sufrido Cuba en su larga vida “revolucionaria”: el fallecimiento de la Unión Soviética, que la subsidiaba con US$ 6 mil millones anuales desde 1961 hasta 1991; la agonía del otro rico país, que en vida de Chávez la sostenía con 40.000 barriles diarios de petróleo; el robustecimiento del embargo de USA, sobre todo en tiempos de Trump y por último, y no menos grave, la pandemia del covid-19, que la remató, agarrándola sin insumos, sin medicamentos, sin logística ni tecnología para enfrentarla y espantando por completo el turismo que medio la sostenía con muletas.
Post-it. Y pensar que durante su candidatura presidencial Chávez llamó a Cuba “una dictadura”, para luego, ya dictador, confesar que Venezuela “iba hacia el mar de felicidad de Cuba” (vaya coincidencia con nuestra Patria en épocas recientes). Esa moribunda Cuba es parte de la receta que nos han preparado para salvar a Colombia y era la que financiaba nuestras guerrillas, cuando fungía como satélite de la ex URSS.