Andrew Mark Cuomo pasará a la historia como uno de los demócratas más integrales, progresistas y prestigiosos de Estados Unidos, alineado con las galaxias del espectro político que reparte votos y “aplausos envueltos en sueños”, enarbolando las banderas LGTBI, de los grupos feministas, ambientalistas, de minorías, de la ley que aprueba el matrimonio igualitario y la extensión legal del aborto y como fundador de Housing Enterprise for the Less Privileged (Help), corporación asistencialista que le dio renombre nacional. ¡Ah! y tuvo a bien chocar contra Donald Trump -cosa que también da muchos votos- sobre todo en el tema del manejo de la pandemia y le ganó la partida, pues oportunamente cerró la economía en su Estado de New York cuando Trump -negacionista del covid- quería mantenerla abierta mientras las UCIS reventaban.
Doctorado en Derecho, de ascendencia mediterránea, con abuelos nacidos en Tramonti y Sicilia, poseedor de gran encanto personal, en 2010 llegó a la lista de los hombres más atractivos para la revista People y su perfil había sido calificado como presidenciable; mientras su padre, Mario, también tres veces gobernador de New York (casado con una señora llamada Matilda) pronunciaba discursos sobrios y eruditos, rememorando a Aristóteles, Marco Aurelio y Plutarco, nuestro hombre, típico Latin Lover, fungía como perfecto galán de heladería de los años 60s, cortejando chicas lindas; cuando el progenitor se extasiaba con la retórica de Teilhard de Chardin, el hijo se extasiaba cabalgando sobre su lustrosa y bien aceitada Harley-Davidson, rayándola por las calles de su natal distrito de Queens y en los mentideros políticos y sociales de Albany, capital del Estado de Nueva York, decían que don Mario era un Demóstenes, mientras Andrew era un misterioso y silencioso Príncipe de las Tinieblas.
Amigo personal de Bill Clinton, fue nombrado secretario de Vivienda en su segunda administración, convirtiéndose luego en Fiscal del Distrito de Nueva York y trabajó en el prestigioso bufete de abogados de Blutrich, Falcone & Miller, donde se destacó como un buen profesional; desde enero de 2011 asumió el cargo de gobernador por el que quería aspirar el año entrante a su cuarta nominación, ahora completamente desinflada por once pinchazos.
Como fiel exponente de la alta sociedad americana, en 1990 contrajo nupcias con Kerry Kennedy, hija menor del senador Robert Kennedy, serio aspirante presidencial, asesinado en 1968, hermano del también inmolado presidente John F. Kennedy; se divorciaron 15 años más tarde y parece que después de tal evento empezó a desarrollar un curioso “mal de vereda”-como llaman por tierras paisas a ese peculiar síndrome de abstinencia sexual- porque ha sido denunciado por once chicas, entre compañeras y subalternas con quienes habría desarrollado todo un repertorio de tocamientos, besos y cerezas, abrazos y comentarios salidos de tono. Juicios criminales y demandas civiles le esperan a nuestro Latin Lover, por garoso, por ordinario, por no saberse comportar con las mujeres a quienes, quizás no lo sabía, “no se pueden tocar ni con el pétalo de una rosa”.
Post-it. Lo que ocurre en Perú sigue preocupando al mundo y en España han dado en calificar el fenómeno como “Sombrero Luminoso, Parte II”.