Armado de prudencia, confianza y buena fe, y con el ánimo de servirle a la paz de Colombia, aunque fui declarado su enemigo, me he sentado en la mesa de negociaciones con el Eln.
Prudencia, confianza y buena fe, fue mi respuesta a un trino mezquino de Humberto de la Calle, en el que pretendía adivinar motivos interesados en mi silencio frente a un tema de la paz. Hoy, en una carta me plantea consideraciones respetables sobre las negociaciones con el Eln, al tiempo que cuestiona nuevamente las motivaciones de mi rechazo a las que él lideró con las Farc.
Otra vez adivinando, Humberto sugiere que mi reacción fue una respuesta emotiva y subjetiva a la traición de Santos, que él llama “rectificación”; pero, aunque lo he explicado mil veces desde que acepté la invitación del presidente Petro en mi condición de presidente de Fedegán, no tengo reparo en volver, una vez más, sobre cuáles fueron mis motivos.
Las Farc, a partir del falso discurso de la presunta concentración de la tierra como causa de la pobreza y la violencia, exigieron que el primer punto fuera la Reforma Rural, con pretensiones enormes de tierras para repartir y para Zonas de Reserva Campesina.
El gobierno, por su parte, garantizó que el modelo de desarrollo era “innegociable”, pero puso sobre la mesa el de desarrollo rural, es decir, el campo abandonado y el sector agropecuario. ¿Algún otro sector productivo iba a ser afectado por el Acuerdo? Ninguno, solo el agropecuario y la ganadería en particular, que estaba en peligro, junto al derecho a la propiedad privada de la tierra. Era mi deber salir en su defensa. Así de sencillo.
Pero, además, advertimos entonces lo que terminó sucediendo. Hoy, desde la perspectiva de los resultados, tenemos que reconocer que eso salió mal, pese a que Santos proclamó en la ONU: “La guerra en Colombia ha terminado”, pero la guerra nunca terminó. Por el contrario, estamos inmersos en una vorágine de violencia en los campos y ahora también en las ciudades.
Se desmovilizaron 13.000 guerrilleros, pero nos dejaron disidencias y Marquetalias en guerra por el control territorial mafioso en vastas regiones, y la guerra territorial del microtráfico en las ciudades, con armas provistas por el dinero que producen 300.000 hectáreas de coca. La Ley de Justicia y Paz de Uribe, dejó el país con 42.000 hectáreas y desmovilizó a 54.000 paramilitares y guerrilleros.
Sin embargo, prefiero mirar hacia delante y apostarle a que las negociaciones con el Eln tienen que salir bien; primero, porque nadie está dividiendo ahora el país entre amigos y enemigos de la paz; paz utilizada como bandera política en 2014 para ganar la reelección.
Segundo: las Farc exigieron la Reforma Rural como primer punto, porque necesitaban mostrar algo en el papel; el Eln exigió debatir primero la participación de la sociedad en la construcción de paz, porque, al parecer, quieren mostrar resultados tempranos en la vida de la gente en las regiones, porque toda la gente, no solo las víctimas, es el objeto de la paz; de ahí el interés, que comparto, en implementar lo que se vaya acordando.
Y tercero: mientras el proceso con las Farc estuvo marcado por la descalificación de medio país y la guerra política, el actual debe convocar a los partidos para lograr primero algo esencial: Paz política, como requisito para el Gran Acuerdo sobre lo fundamental”, y lo fundamental es la paz.
Lo invito, doctor De la Calle, a aportar su conocimiento y experiencia, a seguir haciendo comentarios para mostrar caminos y señalar peligros. Lo invito a que miremos hacia delante…, porque allá está la paz.
@jflafaurie