Cada día es más difícil gobernar en democracia. Los viejos problemas de la pobreza, la desigualdad y la marginalidad continúan irresueltos y los nuevos problemas, como las migraciones, sorprenden y se expanden patéticamente por entre las ondas de las redes sociales. Mientras la sociedad contemporánea se indigna, a los gobernantes los rodea la impopularidad y lucen impotentes ante los retos inesperados del presente. Aunque el capitalismo ha sido siempre capaz de superar sus propios vicios, hoy no parece entender la fuerza de unas masas desarraigadas que exigen y reclama sus derechos. De ahí, el interrogante: ¿tiene la economía neoliberal respuesta para la desigualdad? Lo cierto es que, en el reino de las riquezas, Estados Unidos, la desigualdad aumenta. Y, en Suecia, antes paradigma del Estado de Bienestar, la desigualdad está en el centro del debate político. Por lo mismo, el proyecto europeo aparece amenazado por un populismo de todas las especies.
Entre nosotros, la indignación se alimenta no solo de una desigualdad invencible sino de la descarada corrupción de las élites. Habría que agregar que la violencia no amainó con la firma del acuerdo con Farc. El gobierno Santos se equivocó al esquivar el necesario consenso nacional. Y, contra lo esperado, la implementación avanza lentamente por un camino de improvisaciones e ingenuidades.
La desesperanza surgida de tantos nubarrones hay que combatirla creando las condiciones propicias para recuperar el ritmo de crecimiento de la economía y brindando oportunidades para el ascenso humano del pueblo colombiano. Se necesitan gobernantes con sensibilidad social suficiente que le den prioridad a la erradicación de la miseria y la pobreza y que sean capaces de desentrañar las reglas no escritas de la economía de los pobres.
En el escenario de las candidaturas presidenciales se destacan Marta Lucía Ramírez e Iván Duque, con propuestas novedosas como la Universidad en un celular y el impulso a la economía naranja. Ambas formulaciones responden a las dinámicas incesantes del siglo XXI y se alejan del populismo agresivo que, probado está, conduce a las naciones del hambre a la dictadura.
Un tiquete presidencial, en cualquier orden, integrado por Duque y Marta Lucía, debe ser respaldado, desde ya, por todo el Conservatismo colombiano. Representan ellos los ideales y los valores propios de nuestro acervo histórico. Tienen, además, una concepción moderna de gobierno que ayudará a superar el país de hoy, con más territorio que Nación y más Nación que Estado. Las coaliciones partidistas para que funcionen, para que sean eficaces, deben contener compromiso ético, coherencia ideológica e identidad de propósitos. Será posible, así, integrar una fuerza ciudadana que convoque a los colombianos a triunfar en las próximas elecciones para Presidente de la República.
PS. La Farc: De la irrelevancia electoral a regalo envenenado. ¡Y a Petro le toca tomárselo!