De La Habana a la paz | El Nuevo Siglo
Viernes, 26 de Agosto de 2016

Antes de leer el libro de La Habana a la Paz del escritor William Ospina creía que se trataba de un análisis, desde su perspectiva de comentarista del acontecer nacional, del contenido de los acuerdos alcanzados en el marco del proceso de paz que está concluyendo en La Habana. El libro recoge sus invocaciones y buenos deseos sobre la necesidad de lograr la paz para que germine el progreso de Colombia; la obra contiene, en un lenguaje elocuente y desgarrador, un reclamo justiciero sobre la exclusión, la discriminación y las diferentes formas de la violencia que nos asedia, lo mismo que los obstáculos que han impedido que Colombia encuentre la ruta de la convivencia civilizada para construir un país más incluyente, más tolerante, más igualitario, con mayores estándares de desarrollo y bienestar.

Wiliam Ospina reflexiona sobre nuestros males recurrentes y la fuente de nuestras desgracias. El libro es un ensayo lúcido y crítico de nuestro destino como Nación y el papel que ha cumplido en su desenvolvimiento histórico la clase dirigente.

Del algún modo el nuevo texto de William Ospina es como la prolongación o una ampliación de los temas de que trata La franja amarrilla en donde el autor formula un diagnóstico sobre las fracturas de nuestra sociedad y la cadena de sus dolores.

Ospina sostiene en forma certera  que ‘Colombia es hoy un país agobiado por múltiples crisis, y es duro saber que si la guerra terminara mañana, todavía tendríamos que afrontar enseguida el vasto problema de la delincuencia desencadenada, una pavorosa situación de violencia familiar, una profunda crisis en el modelo de la educación, un colapso de la salud pública, el desamparo de los jóvenes perdidos en un mundo sin memoria y sin códigos morales, la enormidad del problema de la corrupción, la infinitas expresiones de una generalizada incapacidad de convivencia, las desdichas de la solidaridad.’ Esos son algunos de los retos mayores que debe afrontar Colombia para alcanzar la paz que todos anhelamos.

La crisis con Panamá

La crisis que se ha presentado con la hermana república de Panamá se tiene que manejar con tino y sumo cuidado antes de que terminen de deteriorarse las relaciones entre los dos países, que resultaría altamente inconveniente.

El desacuerdo se origina en la decisión de Colombia de mantener altos los niveles de los aranceles ilegales a mercancías que se importan de Panamá, que provienen de la china, para evitar la subfacturación y el contrabando. Por ello en el vecino país no han firmado el acuerdo de información tributaria.

Este es un tema que debe resolverse de manera oportuna. Hay que diseñar una estrategia para contener la animosidad que hoy se percibe y que puede producir consecuencias en el trato a los connacionales que residen en Panamá, amén de otras retaliaciones.

Cualquiera se pregunta, ¿Acaso no son suficientes las lecciones de la historia? La separación de Panamá se debió a una equivocada y torpe estrategia de negociación que nos costó la dolorosa separación del istmo y la negación de la prosperidad de Colombia en el siglo XX.