Mientras las preocupaciones se concentran en temas como la incierta constituyente de Petro, este señor avanza, sin prisa pero sin pausa, en diversas estrategias que tienen como fin enterrar a Colombia en el fangal del comunismo, lodazal en el que todos los países se atollan y del que pocos salen. Sin embargo, a veces no queda claro si este gobierno avanza o retrocede en sus propósitos.
Un ejemplo es que si bien el Gobierno logró que la Cámara le aprobara por fin la reforma pensional, que fue comprada con los dineros de la Unidad Nacional de Gestión de Riesgos (UNGRD), motivo por el que este y otros proyectos de Petro debieron ser congelados hasta tanto no se aclarara la situación, la verdad es que se incurrió en el último debate en un vicio procedimental tan grande que esta reforma debe caerse en la revisión de la Corte Constitucional.
El hecho es que en la Cámara no fue debatido el proyecto, sino que aprobaron a pupitrazo el texto tramitado en el Senado, una irregularidad inmensa a la que la Corte Constitucional no podría hacer ojos ciegos a menos que a los magistrados también les haya llegado su carrotanque de mermelada, lo que no sería del todo extraño por cuanto Olmedo y Sneyder se pasearon por muchos despachos del Estado entregando fardos de billetes.
Así, en el entendido de que esta reforma pensional se debe caer, cobran sentido las palabras de muchos analistas que vienen señalando que el mismo Petro torpedea sus reformas para elevar la queja de que no lo dejan gobernar e insistir en el fantasma de una constituyente convocada por medios ilegales, lo que implicaría un golpe de Estado en toda su regla, para quedarse en el poder, que es realmente lo que quiere.
Sin duda, la declaratoria de inexequibilidad de esta ley por parte de la Corte Constitucional sería una reafirmación de nuestra fe en las instituciones por el carácter lesivo de una reforma que les roba a los colombianos 400 billones de pesos que han ahorrado en el sistema pensional, además de causar muchos otros perjuicios que se quieren justificar en el bono de 223.000 pesos que se le entregaría a casi tres millones de ancianos sin pensión pero lo que se puede hacer sin urdir ninguna reforma.
Lamentablemente, en la pensional también se expresa la obsesión de Petro por menguar la participación del sector privado y privilegiar lo público a niveles de monopolio, aunque semejante concentración sea inconveniente por la reconocida incompetencia del Estado para cumplir eficazmente con sus tareas. De hecho, hay dudas razonables sobre la capacidad de Colpensiones para afrontar las enormes responsabilidades que le confiere la reforma.
Pero, mientras se tiene la esperanza de que este entuerto se caiga, Petro se trae entre manos una idea peor que todas las que ha propuesto, que prácticamente es un corralito como el que se comió la economía argentina. Pretende Petro que el sector financiero haga inversiones forzosas en proyectos de industria, comercio, turismo e infraestructura con los recursos de los ahorradores dizque para reactivar la economía.
Y toca preguntarse: si el desgobierno de Petro no ha podido manejar con pulcritud e inteligencia los dineros que recauda por impuestos, que además han sido insuficientes por la caída de la economía a niveles de recesión, aunque las autoridades lo nieguen, ¿cómo es que pretende ahora robarnos de frente para malgastar nuestros recursos? Una jugada a dos bandas para entronizar el camino de servidumbre que ‘disfrutan’ en todos los países que padecen el maldito comunismo: acabar con los bancos y acabar con el ahorro de los colombianos.
@SaulHernandezB