Decisiones bruscas con fundamentos pandos | El Nuevo Siglo
Viernes, 16 de Agosto de 2024

A medida que pasan las semanas -ya transcurrieron dos años- se va llegando a una conclusión simple pero inquietante sobre el estilo de gobierno de Gustavo Petro: cree tener más facultades que las que la Constitución y la Ley le otorgan.

Lo que conduce a que al ejercer esas facultades chapuceramente termina haciéndole más mal al país de lo que se sospecha.

Un campo en el que se ha engolosinado en imponer arbitrariamente atribuciones que no tiene, es en Ecopetrol. Petro considera que, porque el Estado tiene un poco más del 80% de las acciones de la petrolera colombiana, le permite imponer su acalorado criterio en asuntos que son del resorte de la junta directiva de la petrolera. La cual debe responderle no solo al accionista mayoritario sino a los más de 200.000 accionistas privados que tiene la empresa.

Hace algunos meses escribí desde estas columnas lo siguiente, que es bueno refrescar en esta ocasión: “atención: el Gobierno, a pesar de tener el 88.5% de las acciones de Ecopetrol, no puede imponer a los accionistas minoritarios lo que le venga en gana”.

El estatuto jurídico que transformó a Ecopetrol en empresa de economía mixta en 2006 es muy claro al respecto cuando en su artículo sexto dispone: "Todos los actos jurídicos, contratos y actuaciones necesarios para para administrar y desarrollar el objeto social de Ecopetrol, una vez constituida como sociedad de economía mixta, se regirán exclusivamente por las reglas del derecho privado, sin atender el porcentaje del aporte estatal dentro del capital social de la empresa".

Con esta norma se quiso revestir a Ecopetrol de un estatuto regido por las normas del derecho privado y evitar así simplemente por disponer de una mayoría accionaria, pudiera actuar de manera arbitraria imponiendo sus puntos de vista sin otro argumento que el de la fuerza de su participación en el capital de Ecopetrol.

Respetar lo dispuesto en el artículo sexto de la ley 1118 de 2006 debe ser regla de conducta no solo de obligatoria observancia sino de buen juicio, para que Ecopetrol goce de credibilidad en los mercados nacionales e internacionales”.

Las ideas anteriores las he recordado al saber que el presidente Petro, sin tener facultades, repito, para ello, vetó la participación de Ecopetrol en el proyecto Oslo que buscaba adelantar en compañía de OXI un atractivo programa de explotación de hidrocarburos en el Permian norteamericano. Proyecto que había sido estudiado y aprobado por la junta directiva de Ecopetrol y que le hubiera   representaba a la empresa amplios beneficios como los de aumentar su proyección de utilidades en un 15%, contrarrestar la caída inquietante de reservas que trae, y aumentar los índices de producción.

Solo tenía este proyecto un problema: se iba a realizar en territorio norteamericano, pero utilizando en sistema de fracturación hidráulica que no se lo pueden tragar ni Petro ni sus asesores ambientalistas.

Que el tracking se iba a hacer en Estados Unidos y no en Colombia: no importa

Que el fracking le ha permitido a los Estados Unidos convertirse en el primer productor y exportador de hidrocarburos del mundo, principalmente de gas, y que íbamos entonces a participar en esa estupenda aventura participando como socios de OXI en una promisoria asociación: no importa.

Que el gas natural -que ya empieza a faltar y que escaseará dramáticamente a partir del 2025- cuando se proyecta que perderemos la auto suficiencia gasífera teniéndola que suplir con importaciones de gas natural explotado en otras latitudes que utilizan también el malhadado fracking: No importa.

 

Al inquilino de la Casa de Nariño le importan un bledo todas estas razones, como también lo tiene sin cuidado que el proyecto hubiera sido estudiado y aprobado por una mayoría de 7 a 9 por la junta directiva de Ecopetrol.

El capricho de la presidencia -sin tener facultades para ello repito- era vetar el proyecto OSLO y así lo hizo. Hasta la misma junta directiva que hacía pocos días había aprobado con entusiasmo el proyecto se quedó muda como una ostra ante tan brusca orden presidencial.

Uno pensaría que su dogmatismo energético está acompañado de profundos conocimientos sobre la materia. Pues resulta que no es así. No es más que la expresión soberbia de un empecinamiento pando y equivocado de la situación energética, sobre la cual impone más caprichos que evidencias científicas.

Me llamó por ejemplo la atención que en el foro sobre la reactivación económica que tuvo lugar en Manizales, el presidente dijo enfática y doctoralmente (y sin que se le despeinara uno solo pelo de sus recientes implantes) que en los mercados internacionales los crudos ligeros (como el de Arabia Saudita) eran más baratos que los crudos pesados (como los de la franja venezolana del Orinoco) que se cotizaban más caros, dijo. Cuando es todo lo contrario.

Esta ligereza podría pasársele como una pasajera imprecisión de quien no pretenda imponerle una política energética a Colombia. Pero no a quien está todos los días dogmatizando sobre materias energéticas. Con más abuso de sus atribuciones que con conocimientos serios sobre la materia. Y con más prepotencia que razón.