Un submarino nuclear ruso llega a Cuba. La respuesta del Pentágono: “Se trata de una actividad rutinaria”. Cuando, por esos días, Biden llega a la cumbre del G7 en Apulia, Giorgia Meloni, anfitriona y victoriosa, le pregunta ¿es cierto lo de un submarino nuclear ruso en Cuba?. Según el chisme filtrado, Biden se hizo el sordo, pero enseguida ordenó enviar parte de la flota a la base de Guantánamo y hacer gran despliegue aéreo-militar en Miami.
Tuve la impresión, cuando leí la respuesta del Pentágono, que se trataba de un error tan mayúsculo como la disparatada retirada de Afganistán, en los comienzos del gobierno Biden.
En un contexto de desafíos repetidos de Putin, como la invasión a Ucrania, amenazas de confrontación nuclear (el único líder mundial que se ha atrevido a tamaña referencia), visitas a China y a Corea del Norte, cuyas armas llegan permanentemente a Moscú, el silencio del Presidente de los Estados Unidos ha evidenciado un inimaginable vacío de liderazgo en Occidente.
El pasado 25 de abril, el Presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron, desde la Sorbona, insistió en hablar sobre el futuro europeo: “Tenemos una cita con la historia”. “Rusia no puede ganar la guerra en Ucrania”; Está en juego la seguridad europea”.
Macron, como 7 años atrás, planteó su visión de una Europa unida y próspera. Sus palabras no entusiasmaron a los franceses. El triunfo de la derecha, en las elecciones de la Comunidad, fue claro. Y los sondeos auguran similar resultado en las parlamentarias.
¿Estamos en el ocaso de un liderazgo? ¿Quién lo sustituye? Alemania ha optado por una senda de discreción y progreso. ¿Tiene Italia suficiente peso económico y político, para que Giorgia Meloni asuma la vocería de Europa? Su discurso feroz contra Macron no es el camino, pues la región exige unión para mantenerse en la vanguardia. Meloni tiene ambición y carácter, pero sería una vocera que divide y Europa no se puede arriesgar a tanto.
Asimismo, el Reino Unido, que aún tiene abierta las heridas del Brexit, está buscando nuevos caminos. El aislamiento hace parte del ethos anglosajón. Es grande la incógnita que se cierne sobre las democracias de Occidente.
En el clásico ensayo sobre el liderazgo que es la introducción a su libro Hitler y Churchill (Taurus 2003) Andrew Roberts se pregunta: ¿no hay algún rasgo patológico en nuestra constante búsqueda de líderes? Es un interrogante que llama a la reflexión por los abismos a donde ha conducido el culto al héroe. Roberts tiene presente, sin duda, la entrega del pueblo alemán a Hitler. Pero, al dar un salto hacia la necesidad de un liderazgo inspirador como se lo exigimos los colombianos a la oposición, resulta evidente la razón de esa exigencia. Y la natural desazón por no encontrarlo, mientras pasa el tiempo, se consolida el gobierno de izquierda y reaparecen los actores de la feria de las vanidades, dispuestos a danzar en la cubierta del barco que se hunde.
Al repasar las páginas del libro de Roberts, encontramos una radiografía de lo que ocurre en nuestras elecciones: “El sufragio universal ha impulsado la necesidad de apelar a lo que es, en efecto, el mínimo común denominador intelectual del electorado…(pág.24). Dura frase, que sale como saeta contra la democracia, pero difícil de contradecir.
En nuestro propio trasegar político fuimos observando cómo se consolidaba un clientelismo de doble vía, muy alejado de las victorias del comienzo. Críticos de la actividad política señalan al aspirante como clientelista y desconsideran la doble vía de ese fenómeno electoral: Como se le enseñó al ciudadano que tenía derecho a dádivas por su voto, éste ya no las espera sino que las exige. Creció imparable esa costumbre y, para colmo de males, es practicada especialmente por los jóvenes, quienes organizan francachela cuando llega “el billete” del candidato en ascuas.
“Hoy en día el vocabulario de la política clásica, que incluía alocuciones llenas de referencias históricas y literarias, no resulta apropiado”. (Pág.25). Viví la experiencia: En Sincé, Sucre, con plaza llena en respaldo a un candidato a Alcaldía, empecé hablar sobre el padre de García Márquez, sinceano y tío mío. “De aquí salió la gota de sangre que dio vida al escritor más grande de la lengua Castellana en el siglo XX”. Con algo así empecé mi discurso. Se me acercó un amigo y me dijo: “no hables de esa vaina porque se va la gente” …la gente no se fue.
“La educación hace que sea fácil guiar a la gente y muy difícil arrastrarla”. Y Sincé es un pueblo culto.
Ese desvío emocional, con añoranza del pasado, me permite insistir en la necesidad de un destacado liderazgo democrático, de un Candidato-líder, con propósito moral de enaltecer la conducción del Estado democrático colombiano. De librar el ejercicio de la política de las manos de la corrupción. De reencontrar la senda del crecimiento tanto humano como económico. De conducirnos a la paz, tan deseada por un pueblo que hoy se debate entre la decepción y la esperanza. No desmayaremos, no nos cansaremos e insistiremos en la búsqueda de la unidad en la oposición.