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En tiempos de crisis mundial y de grandes transformaciones que afectan las relaciones sociales nativas e internacionales es cuando las gentes necesitan más de un periodismo libre e independiente, que entienda el discurrir político nativo, el de las potencias y la evolución de los vecinos.
Es la libertad de expresión la que colabora en la formación y orientación de la opinión cuando se cuenta con elementos capaces que entiendan la fuerza y las contradicciones del cambio. Una sociedad con una información veraz se mantiene a salvo de caer bajo el yugo del verbo de los demagogos. Por supuesto, cuando se pierde el norte de la política se dan fenómenos como el de las elecciones presidenciales pasadas, en donde los dos candidatos eran un fiasco y el que ganó representaba las fuerzas del caos. Y muchas gentes votaron por lo que consideraron el mal menor o que se le debía dar la oportunidad al que representara el mal menor.
No les importó a muchos de los votantes que la izquierda demagógica tuviese un historial de estruendosos fracasos en otros países, cuyos gobiernos ‘progresistas’ se desploman en la corrupción, tras prometer que favorecen a las masas y los más pobres, ellos son los que más sufren. No les importó a los votantes que la Unión Soviética se desplomara, que Cuba siguiera postrada y que los gobiernos de ese tinte político en nuestra región por lo general eran -y son- un fiasco. Ni que en gran medida la política en Colombia se convirtiese en un negocio, en el cual los elementos más cultos y productivos no volvieron a participar, con contadas excepciones.
Hoy tenemos como consecuencia que las obras positivas de anteriores gobiernos, en especial las ligadas al desarrollo como es el caso de Ecopetrol, sufren toda suerte de desmanes por cuenta de pésimos administradores y politiqueros que la están destruyendo. Cualquiera sabe que sin petróleo y energía las sociedades se hunden, puesto que pierden el impulso al desarrollo y el avance social que produce la explotación inteligente del crudo. Aún no hemos avanzado a la fase del hidrógeno que promete generar energía más barata y no contaminante. Entre tanto, es vital vender y obtener ganancias de nuestros recursos del preciado mineral. No hacerlo es absurdo. Fuera de eso, Ecopetrol está agobiada por una carga burocrática ruinosa y un permanente desangre de sus finanzas.
Las utilidades de esta petrolera deberían servir para favorecer la sociedad e impulsar los grandes cambios que se avecinan en materia de generación de energías limpias. Lo que ocurre hoy, es todo lo contrario.
Cada país debe buscar salidas a su riqueza para sobrevivir y progresar. En Colombia el oro que se exporta legalmente no pasa de las 80 toneladas anuales, mientras que esa cifra puede estar siendo triplicada por la explotación ilegal en las zonas de la periferia, donde no se ejerce la soberanía nacional. Lo mismo pasa con el crudo que se explota de manera artesanal y se exporta ilegalmente.
Fuera de eso, importamos leche, maíz y toda suerte de productos agrícolas que se podrían producir en Colombia. Hasta la producción de café ha decaído. Con la inseguridad, los costos de la energía y la falta de estímulos al productor el campo agoniza en las regiones que controlan los violentos y apenas sobrevive en el resto del país.
Sin seguridad jurídica la inversión extranjera y gran parte de la nativa se va. En buena hora llega por segunda vez a la presidencia de la Corte Constitucional el impoluto, consagrado y valioso jurista Jorge Enrique Ibáñez, quien está comprometido en su carrera con la independencia judicial. Él advierte que Colombia continúa siendo, como lo ha sido en los últimos 200 años, una República de leyes, donde se regula el ejercicio del poder estatal, siempre y cuando los jueces decidan a derecho. Mientras los jueces puedan seguir decidiendo a derecho sobrevivirá la democracia en Colombia.
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La fundación Gabo convoca a los periodistas a buscar caminos para fortalecer la democracia y condensa en tres tomos un decálogo para ejercer con positivo aliento y responsabilidad el periodismo. En gran parte allí se da la invitación a la objetividad y el compromiso con el país del periodismo. Es un gran reto el que proponen, sin el cual el periodismo seguirá siendo vapuleado.