Nuestra Constitución establece (Art. 1): “Colombia es un Estado social de derecho, democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés general”.
Aun así, el término “democracia” se ha convertido en una ilusión, ya que brinda la oportunidad a todo ciudadano de darse el lujo de interpretarla olímpicamente, especialmente al populista, elegido democráticamente.
Escudándose en la democracia, gobernadores, alcaldes y concejales, cuando se les imputa cargos por algún delito y son llamados a indagatoria, lo primero que pregonan es que nunca podrán ser destituidos, pues fueron elegidos constitucionalmente.
¿Acaso la democracia concede inmunidad a los corruptos para que jamás puedan ser tocados ni con un mal pensamiento o les ha dado la facultad para cometer delitos contra la administración pública, como prevaricato, cohecho, concusión, etc?
El alcalde Daniel Quintero al ser suspendido se atrevió a solicitar medidas cautelares ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos en Washington, para mantenerse en el cargo, y qué decir del alcalde de Cartagena, William Dau, quién advierte al Presidente: “Si me suspende del cargo estará violando la Constitución”
Igualmente, en esta época electoral, utilizando la libertad de expresión y el libre desarrollo de la personalidad, los candidatos atacan a sus rivales con noticias falsas apoyándose en nuevas tecnologías, lo que naturalmente enciende pasiones, llenando de odio el corazón de los colombianos.
El pueblo, ilusionado con la participación y pluralismo que ofrece nuestra Constitución, irresponsablemente se toma a pecho la voz de Dios, cuando da su voto por un candidato populista ignorando su preparación y honestidad.
Entonces, ilusionado decidí en un artículo anterior comprobar la sabiduría de mis lectores en temas de Estado. Sólo encontré respuestas vacías, ausentes de fundamentos constitucionales.
A pesar de ello la ignorancia no importa, los neófitos ciegos mentales podrán depositar su confianza en candidatos con piel de oveja que prometen el cambio, dejando a la deriva la suerte del país, suerte que afectará sin excepción alguna tanto a humildes como a poderosos.
Lo inevitable es que estos ciegos, sólo por una atracción emocional, se convertirán luego en críticos implacables de las ejecutorias del nuevo gobierno.
Así es Colombia. Por ello, en estos tiempos de campañas sucias, sería interesante recurrir a nuevas metodologías para llevar al pueblo a las urnas.
Si quisiéramos lograr un verdadero cambio en nuestra cultura, las campañas deberían nombrar asesores en comunicaciones a destacados compositores musicales, que motiven al electorado emocionalmente porque ya lo decía un conferencista: “la música es la máxima expresión de las emociones”.
Recordemos a José A. Morales con su canción protesta: “Ayer me echaron del pueblo”, Arnulfo Briceño nos dejó un gran legado: “¿A quién engañas abuelo?, Escalona con la “Custodia de Badillo” penetró el corazón de su pueblo, y últimamente “La Gota Fría”, de Alejandro Durán, tema de gran ironía para enfrentarse inteligentemente a su contradictor.