Luego de los buenos anuncios, cantados por el gobierno, ante un mejor desempeño de la economía colombiana, que al parecer levanta la cabeza, con cifras a julio que revierten las tasas negativas de meses anteriores -especialmente por las buenas perspectivas en la baja de las tasas de interés- se pronunciaron nuevos mensajes, en torno a la deuda de la Nación, que vuelven a fraguar esa tensión permanente que alimenta la incertidumbre.
Por lógica, una perspectiva de un futuro no predecible o gris conduce a la abstención, paraliza el consumo y las decisiones de las empresas. Tal vez, como dijera Antonio Machado: “la inseguridad, la incertidumbre, la desconfianza, son acaso nuestras únicas verdades”. Queremos mensajes proactivos más que negativos. Por difícil que sea tampoco es bueno acudir al espejo retrovisor, cuando fue imposible omitir las necesidades de recursos frescos para amortiguar los efectos de la pandemia.
En el foro Economía para la Vida, en Barraquilla, el ministro de Hacienda calificó la deuda pública como insostenible. Cuestión preocupante. Si bien es válido poner las cartas sobre la mesa, resultaría más alentador transmitir, en actitud proactiva, las medidas a tomar para evitarlo. Algo así como cuando se opta por restringir gastos porque el sobreendeudamiento apremia.
Las expectativas económicas se mueven mucho por la ponderación misma de los gobiernos. En gran medida sus anuncios mueven las decisiones y perspectivas. Las calificadoras de riesgo, por ejemplo, no solo miden el nivel de solvencia del país y marcan su categoría crediticia sino también aplican el termómetro sobre la percepción de la economía. Hay que recordar que recientemente Standard and Poors y Moody´s cambiaron la perspectiva de la economía colombiana de estable a negativa y el propósito es restituirla.
Según las cifras citadas por el ministro, este año se han pagado por la deuda financiera 20 billones de pesos más que en el año 2023, de los cuales más de la mitad corresponden a intereses. Esto equivale a un crecimiento del 26% anual. Para el próximo año estima que el pago ascienda a los 112 billones de pesos, con un incremento de 17 billones de pesos frente al 2024, que implica un crecimiento menor del 17%. Esta deuda cubre, entre otras, el préstamo por 5.600 millones de dólares del Fondo Monetario Internacional en épocas del covid. Esto en medio de un crecimiento muy débil de la economía.
Si bien el jefe de la cartera habla de tener como objetivo recuperar el crecimiento económico sin endeudar al país, se esperaría igual firmeza en las medidas a tomar. Está en juego un presupuesto para el próximo año determinado por decreto y desfinanciado, donde la inversión pública, que puede ser motor de crecimiento, por el contrario, no es la más consentida.
El Banco Mundial, a mediados del año, se alegraba, luego de tres años, de los vientos de estabilización de la economía global y ve posibilidades para las economías en desarrollo, pero si tienen un amplio margen fiscal y prácticas de gasto público eficientes. Al gobierno no le queda otra que la austeridad del gasto y es el mensaje que se espera.
De otra parte, sí que faltaría entender el planteamiento de un programa de crecimiento económico, cuya base es la certidumbre del empresario para emprender. La reactivación no puede quedarse corta. Sin embargo, la presentación y ejecución de un Plan de Reactivación de la Economía, como el anunciado, hace dos meses, en el Foro del Consejo Gremial: Reactivación Económica: Confianza para crecer, está en mora.
*Presidente Corporación Pensamiento Siglo XXI