DIANA SOFÍA GIRALDO | El Nuevo Siglo
Viernes, 9 de Diciembre de 2011

“No más”

¿Qué dirán  las organizaciones extranjeras que todavía miran a la guerrilla de estos países como una forma legítima de protesta, vocera del pueblo contra sus opresores? Porque por más que se trate de ingenuos que se comen el cuento de la insurrección que toma el camino de las armas en nombre de una inmensa mayoría de población oprimida, las imágenes de las gigantescas movilizaciones de este 6 de diciembre son  pruebas más que elocuentes de  los sentimientos populares.

En los meses recientes se  viene reivindicando la presencia de los ciudadanos en calles y plazas como una forma efectiva de producir resultados políticos. Cuando creíamos que los medios de comunicación habían reemplazado del todo la expresión directa de la gente en la calle, sobreviene una ruidosa oleada de ejemplos que demuestran lo  contrario. Algunos politólogos consideraban obsoleta esa presencia física  multitudinaria, como si fuera una reencarnación trasnochada de las comunas de París y sus barricadas contestatarias. Otros, menos drásticos, las miraban con displicencia como expresiones elementales de inconformidad, pasajeras  e intrascendentes.

Pero lo ocurrido en Yemen, Egipto y Libia, para citar sólo unos casos, comprobaron que la vieja forma de protesta directa recobra su  efectividad. Inclusive la mejora.

En esta ocasión la protesta masiva envía un mensaje clarísimo que ni las explicaciones más acomodaticias logran desfigurar: los colombianos  rechazan los métodos violentos y repudian el secuestro. No quieren más secuestros, ni más sacrificios de secuestrados, inmolados como el Gobernador de Antioquia, su Consejero de Paz y sus acompañantes, o como los diputados del Valle del Cauca o como los cuatro  abaleados en esta semana en estado de indefensión absoluta, después de sufrir por once y más años el suplicio diario de un secuestro. El coronel Edgar Yesid Duarte, el mayor Elkin Hernández, el sargento mayor José Libio Martínez y el intendente jefe Alvaro Moreno.

Y no es sólo un reclamo de los familiares y de algunos sectores sensibles de la sociedad. No. La marcha demostró que la comunidad entera repudia esta violencia insensata y así lo dice a gritos, unánimemente, al unísono, por millones de voces de todas las clases sociales y económicas, de todas las profesiones, de todas las edades, de todos los grados de educación, de todos los lugares del país. No hay distinciones de razas, religiones o credos políticos. Muy pocas veces en la historia de esta Nación se ha  evidenciado una identidad tan generalizada alrededor de un tema que ya todos  sienten como propio.

El mundo entero escuchó a los colombianos libres decirles a los colombianos secuestrados, en coro y en pancartas: “no los hemos olvidado”, “los queremos libres ya”, “queremos paz y libertad para todos los secuestrados”, “libertad para todos ya”, “no más violencia, no más terrorismo, no más secuestro”, “no más Farc”.

Es el más rotundo ¡no más¡ que ha escuchado el país. Salió del alma de los colombianos, alimentado por un anhelo de paz. Resonó en todas las poblaciones, se extendió por los campos y llegó a la selva como una expresión de solidaridad reconfortante para las víctimas que sobreviven secuestradas.

No hubo un solo rincón de la Patria en donde no se oyera repetir con convicción por niños, adultos y ancianos “Colombia unida jamás será vencida”. Muy cierto. Y el 6 de diciembre demostró que, en este tema, está más sólidamente unida que nunca.