DIANA SOFÍA GIRALDO | El Nuevo Siglo
Jueves, 29 de Mayo de 2014

Debates, medios y elecciones

 

Tengo la certeza de que el éxito electoral de Marta Lucía Ramírez y de Clara López, y el desinfle de Peñalosa se definieron  en los debates televisivos.

Miles de ciudadanos desconcertados esperaron, unos hasta los debates y otros hasta la boca de urna, para decidir por quien votar. La guerra sucia desatada entre los candidatos punteros sirvió para remover las entrañas de un ciudadano pensante, que puede ser decisivo en la segunda vuelta presidencial.

Los votantes polarizados quedaron contados. Llegaron a su techo. ¿Cómo conquistar, entonces, el voto de quien quiere hacer valer su condición de individuo con deberes y derechos frente a una democracia? Para eso sirven los debates.

Un primer plano en televisión no miente, delata. Muestra al individuo tal  como es. No enmascara los miedos  ni las inseguridades. Desnuda al que pretende manipular y al que no cree en lo que expresa. No se trata de tener o no habilidades de lenguaje. Se trata de mirar al candidato a  los ojos. Sí, de mirarlo a los ojos, porque el televidente no es pasivo. Interpela desde su sillón. “Eso no es cierto”, “cómo está de tranquila”, “se ve decantada”, “parece sólo un tipo bien informado”, “tiene talla presidencial”, “está nervioso”… No hay maquillaje posible para enmascarar las actitudes que desnudan el alma. La televisión no hace líderes, pero sus reflectores sí vuelven visibles las cualidades  intrínsecas de quienes lo son.

Todos los televidentes vimos a un candidato Santos descompuesto en el primer debate. Explicable con la presencia tras bambalinas del almirante Arango Bacci. Un golpe bajo y estratégico de su contendor. Mientras en el segundo debate el descompuesto fue el candidato Zuluaga. Minutos antes la Fiscalía había dicho que  el vídeo del hacker no fue manipulado, y desde el  ingreso al estudio, cuando el conductor del debate decidió no saludarlo, como sí lo hizo con los demás participantes, se le notificó que las reglas de juego estaban amarradas a favor del Presidente-candidato. Así lo vimos, en vivo y en directo. Cuando se quiso impedir la libre exposición de diferencias y se buscó confundirla con guerra sucia, fue evidente el descontento de los demás candidatos, así los justos reclamos no se hicieran ante las cámaras. La extensión de los comerciales habló por si sola.

El debate lo salvaron las excelentes preguntas de Jorge Alfredo Vargas, Mabel Lara y María Lucía Fernández. A propósito de la pregunta de María Lucía sobre el último acto de solidaridad de los candidatos, este tipo de interrogantes revelan más sobre el alma de los candidatos que los planes de gobierno expuestos en 30 segundos (es un absurdo).

La elección que se avecina no es entre la guerra y la paz. Es sobre cual de los dos candidatos es más confiable, para entregarle el futuro de Colombia. Cuál nos atemoriza menos. ¿A cual de los dos le encargaría un padre el cuidado de sus hijos?

Los candidatos están desnudos, pero los periodistas también. Los usuarios de medios se están cansando de la prepotencia, miradas despectivas, risas burlonas y agresión parcializada de algunos comunicadores muy visibles. Aquí está en juego algo más delicado y los usuarios ya no son pasivos. Comienzan a alzar la voz.