DIANA SOFÍA GIRALDO | El Nuevo Siglo
Viernes, 3 de Agosto de 2012

Quizás, quizás, quizás…

 

Es urgente saber si las coyunturas críticas que viven varios países europeos nos golpearán y, en caso afirmativo, cuándo, cómo y dónde. Pero, como en la canción de Oswaldo Farrés, los expertos se limitan a responder “quizás, quizás, quizás”.

No se necesitan conocimientos excepcionales  para entender  que la interacción es la regla básica en el mundo globalizado de nuestros días, donde los incidentes pequeños van más allá de sus repercusiones locales y las crisis de una nación superan los límites continentales.

Hasta los profetas más cegatones previeron que el pésimo manejo económico llevaría a Grecia a la bancarrota  y que ese estremecimiento, sumado a las  emergencias de Irlanda y Portugal, pondría en estado de alerta mayor a la zona del euro. Todo esto era claro aun antes de que se hablara abiertamente de las dificultades españolas y asomaran su cabeza las de Italia.

Podríamos extender la lista de factores que empeoran la situación y se avecinan con velocidad preocupante, pero, para no entrar en una enumeración larga y asustadora, basta pensar que las complicaciones deben ser muy profundas para que   las calificadoras de riesgo se atrevan a bajar un punto a las notas de Alemania.

En estas circunstancias no es suficiente admitir que sí alcanzaremos a sufrir algunas molestias y agregar que, por fortuna, estamos blindados. El ingrediente psicológico influye cada vez más en las economías modernas y resultaría fatal que, otra vez, unos problemas  anunciados nos tomaran por sorpresa. 

Lo más aconsejable sería explicarles a los colombianos la situación, de manera completa y franca, sin alarmismos ni disimulos, decirles cuáles son los riesgos, por qué estamos relativamente protegidos y cuál es el grado de ese blindaje. Todo esto nos serviría, de paso, para reconocer el acierto y la prudencia con que se manejó nuestra economía y lo sensato de  las precauciones adoptadas en meses recientes. También para precisar lo que falta por hacer.

Así cada colombiano sabrá a qué atenerse, cómo lo afectará una crisis si el  contagio se produce, qué clase de protección debe alistar y cómo contribuir a la recuperación. 

Suponemos que el Gobierno nacional y los sectores económicos organizados ya adelantaron ese  ejercicio de futurología. Es tiempo de compartirla y mostrarles a los colombianos el mapa de riesgos económicos con sus correspondientes catálogos de vacunas y remedios.

Esta pedagogía es tan indispensable como la revisión  periódica de extintores y el entrenamiento para usarlos, sin que ello signifique que el fuego está en pleno furor, ni que las solicitudes de preparación para las emergencias sean graznidos de unas  aves de mal agüero.

Lo mismo que es preciso saber cómo comportarse ante un incendio, una inundación o un terremoto, hay que prepararse para las emergencias económicas, con mayor razón si  están más que anunciadas. Pueden  llegar o no, pero sería imperdonable que si llegan  nos encuentren desprevenidos.

Lo contrario es seguir ante la autoridad responsable de la economía, esperando información sobre si nos  golpeará el coletazo de la crisis y cantándole,  con la música del inmortal bolero de Oswaldo Farrés: “así pasan los días y yo desesperando y tú, tú contestando quizás, quizás, quizás”.