Caótica parece la controversia entre los gremios del comercio y las autoridades, un debate donde cada parte tienen la razón y sus puntos de vista adquieren soporte. Nunca imaginamos que nos encontraríamos en una encrucijada de estas dimensiones, quien escucha un sector sale convencido que sus argumentos son valederos, pero si presta atención a la contraparte, recibe explicaciones lógicas y sustentadas.
La situación económica del comercio en todas sus gamas es grave, las primeras restricciones golpearon los gremios de forma inmisericorde, hasta el punto de ver muchos negocios llevados a la quiebra, golpe que enfrentaron con estoicismo, esperanzados en una apertura futura con posibilidades de resurgimiento, y así se presentó en principio. Sin embargo las cosas se complicaron y estamos abocados a soportar medidas que obligan nuevas restricciones. Fenalco, Anif y la Andi, gremios económicos y empresariales, ponen con justa razón el grito en el cielo y esperan alternativas que permitan arranques sustentados en controles y normas de bioseguridad.
De otro lado vemos los trabajadores de la salud, que vienen pagando una cuota muy alta de sacrificio por la pandemia, pidiendo control y compromiso ciudadano, ante el nivel de contagio y demanda de asistencia médica en centros hospitalarios, donde las camas UCI han llegado al límite de congestión; esto descontando el riesgo a que están sometidos aquellos profesionales, sin tener por muchas posibilidades de abandonar la dura batalla que los llevara al punto de obligarse a escoger al paciente que se le asigne cama, de acuerdo a las posibilidades de supervivencia que tenga. Esta situación la han vivido sus colegas en otras latitudes.
Ahora miremos las medias, porque existen ciudadanos y autoridades identificadas con las cuarentenas, otros hablan de campañas de concientización, los hay que recomiendan el uso permanente del tapabocas y distanciamiento inalterable, pero en el fondo, todos están de acuerdo en tomar medidas drásticas. Seamos conscientes, el problema está en ciertos momentos de aglomeración incontrolables, los festejos deportivos, las fiestas clandestinas, las compras en espacio público, léase San Victorino, y otras actividades dirigidas a convocar grupos representativos de personas.
Si logramos que la ciudadanía, un poco díscola sobre el asunto, tome conciencia y tema a las sanciones, podemos orientar y hacer pedagogía, incluso entre los renuentes a creer en la gravedad del problema. Buscar disciplina es lograr encausar. Desafortunadamente el comparendo no intimida y hoy los medios de policía están revaluados. En otros tiempos el mandatario ordenaba toque de queda y la ciudadanía cumplía, pues sabían que quien fuera sorprendido, era conducido a la plaza de toros, (lugar contemplado en la orden) y allí pasaba la noche, saliendo al amanecer. De cara a los problemas hospitalarios, económicos y de salud, urgen medios persuasivos y coercitivos.