De primera mano, a cualquiera puede llamarle la atención estas definiciones del Papa Francisco, especialmente por su connotación de la ecología como integral y de la amistad como social, con apelativos que en principio pueden parecer reiterativos.
Estos han sido dos de los grandes temas escogidos por el Papa para la Jornada Mundial de la Juventud -JMJ 2023- que se ha vivido ahora en Lisboa. No se sabía quién estaba más contento si el Pontífice o los participantes. En la Jornada se vieron ríos y mares, en el horizonte, de jóvenes que dedicaron su espacio para este momento (la organización solo contó, por dar un ejemplo, con más de diez mil voluntarios).
Desde casi un año antes cuentan cómo se preparó el logo de la Jornada y se comenzaban los encuentros preparatorios Rise Up, para reflexionar sobre estos pilares. Así, la ecología integral, es parte de la Encíclica “Laudato Si” del Cuidado de la Casa Común, inspirada en la custodia de la hermana tierra de San Francisco de Asís.
¿Por qué se habla de ecología integral y por qué se insiste en su vínculo con la nombrada cultura del descarte del Papa Francisco? En Laudato Si, el Papa escribe al respecto cómo no podemos enfrentar adecuadamente la degradación ambiental si no prestamos atención a las causas que tienen que ver con la degradación humana y social y cómo el deterioro del medio ambiente y de la sociedad afecta especialmente a los más frágiles.
En efecto, recalca cómo la contaminación y el cambio climático convierten rápidamente los bienes en desechos, en un mundo que aún no ha sido capaz de desarrollar una economía circular eficiente en la reutilización, el reciclaje y en la moderación consumista ni en garantizar la supervivencia humana ni la equidad en el acceso al agua potable (LS 11,48).
Además, la ecología integral es también un llamado al equilibrio. El Papa Francisco ha hablado muchas veces del cuidado de los animales con coherencia - aún con ciertas reacciones de los animalistas-, pidiendo tener igual vehemencia ante el sufrimiento de las personas y superar ese individualismo incapaz de dar amparo a quien se considera aun no útil (no nacidos) o de quien ya no puede servir (los ancianos, como los nombra continuamente, a quienes define como el regalo para el futuro de la humanidad).
De la Encíclica Fratelli Tutti, viene ese otro eje que toca la fraternidad humana y la amistad social, que se alinea con la cultura del encuentro, mencionada, por el, muchas veces durante la pandemia. En Lisboa entonces invita a los jóvenes a reconocer las “sombras de un mundo cerrado”.
Entonces, insiste en que ahora, en un mundo masificado, vivimos más solos que nunca donde prevalecen los intereses individuales y se debilita nuestra dimensión comunitaria. Alude a sueños que se vienen rompiendo a pedazos pues “durante décadas parecía que el mundo había aprendido de tantas guerras [...] Pero la historia da muestras de estar volviendo atrás”.
Define, por último, aquello que ha contagiado altamente a Colombia, como es “el fin de la conciencia histórica” donde se advierte la penetración cultural del “deconstruccionismo”, que pretende construir todo desde cero.
Habla así de ideologías empeñadas en convencer a los jóvenes en no darle valor a la historia, en el rechazo a la riqueza espiritual y humana que se ha transmitido a lo largo de las generaciones, es decir “que ignoren todo lo que los ha precedido», privándolos de sus raíces y de la sabiduría edificada con el tiempo, donde además vencer es sinónimo de destruir (FT 10-19). Ha sido impresionante la XXXVII Jornada Mundial de la Juventud. Una iniciativa que reúne a miles de jóvenes católicos entusiastas y reflexivos.
*Presidente Corporación Pensamiento Siglo XXI