Sobre la crisis liberal…
Cada vez que se examina la situación liberal y las secuelas que sobrevendrían - de no corregirse los errores cometidos por la DNL cuando estuvo en manos de Rafael Pardo y que condujeron a la reunión ilegal de liberales al acto celebrado el pasado domingo en la Feria de Exposiciones de Bogotá-, se encuentran mayores razones para que el joven Simón Gaviria, quien fuera elegido en esas circunstancias como nuevo director del Partido Liberal, entre en un proceso de reflexión y escuche a quienes aconsejan, con el presidente Samper a la cabeza, que se debe reconstruir la legalidad maltratada en el interior del Partido, como lo advirtiéramos desde esta columna y lo señalaran también otros prestantes dirigentes de la colectividad: ex ministros, ex magistrados, un ex procurador y un ex fiscal general de la Nación, en mensajes enviados a quienes fungían como directores del Partido Liberal Colombiano.
Ha trascendido que un sector de la juventud, con ocasión de las determinaciones tomadas en la mencionada reunión de la Feria de Exposiciones, se está organizando para crear un movimiento de protesta que podría terminar en montar tolda aparte, basado en la exclusión a rajatabla de los sectores sociales en los Estatutos que impulsara Pardo y aprobara el Consejo Nacional Electoral sin autoridad para ello, porque este órgano del poder carece de atribuciones legales para tomar esa determinación y, como dicen razonadamente los inconformes, los consejeros electorales que suscribieron la resolución respectiva -manifiestamente improcedente-, habrían podido incurrir en el delito de prevaricato.
Otros sectores liberales, lejos de objetar sólo por razones de edad la elección del nuevo director del PLC, han examinado la hoja de vida del agraciado y han encontrado, como más cercano antecedente, que proviene del “Partido Que Soñamos” de Peñalosa y no propiamente de las canteras del liberalismo pese, sin embargo, a ser hijo del ex presidente Gaviria; pero como el PLC no es un partido monárquico, tal condición no podría justificar la exaltación otorgada, siempre fundada -hasta el día de la reunión del pasado domingo- en servicios prestados al liberalismo y no a otros partidos, según han precisado los inconformes que ya se llaman Liberales indignados.
Ser liberal es un honor que cuesta, decían nuestros mayores, para significar, precisamente, la consagración, el temple, los sacrificios, de quienes pertenecen o pretenden pertenecer a las filas del Partido Liberal Colombiano.
Con todo, si no se quiere seguir actuando atropelladamente, el joven Simón Gaviria deberá facilitar una salida honorable a la crisis planteada y dedicarse no tanto a consolidar su situación personal o política frente al Gobierno de Santos, sino a trabajar por la reconstrucción de un Partido que por su pésima conducción obtuvo durante las últimas elecciones presidenciales la peor derrota de toda su historia.
Celebramos que el ex presidente Samper hubiera asumido una actitud enérgicamente reflexiva al demandar sindéresis en la dirección de nuestro Partido.
Desde esta columna de opinión le hacemos eco a esa posición respetable, y a la vez conveniente, para salvar al Partido Liberal de la hecatombe.