EDMUNDO LÓPEZ GÓMEZ | El Nuevo Siglo
Viernes, 3 de Febrero de 2012

Una excelente política agraria

La orientación que el presidente Santos le ha dado a la política agraria merece el mayor reconocimiento. Se trata, en términos generales -pero muy claros- de hacer una verdadera revolución agraria en el sector rural, en cuyo desarrollo el campesino será el gran beneficiario, no solamente con la entrega de títulos sino con apoyos estatales que le permitirán organizarse eficientemente, producir más y gozar de mejores condiciones de vida en materia de seguridad y de servicios públicos fundamentales.
Esas metas suponen una permanente presencia de entidades estatales, pues ha sido la “ausencia de Estado” la que, con otros factores, ha propiciado que el campo colombiano se haya convertido en teatro de la violencia durante varias décadas.
En 2003, en nuestro libro Para pactar La paz, ¿hacia una ley de punto final? nos referimos a una propuesta que, años antes, habíamos hecho en uno de los foros del Partido Liberal Colombiano, relacionada con la paz pero vinculada a la fundación de asentamientos campesinos (Núcleos de paz los llamamos entonces), dentro de un diseño que permitiera atender a los reinsertados y desplazados por la violencia en sus requerimientos básicos y de organizarlos en tal forma que puedan adaptarse a la sociedad civil y vivir con garantías mínimas de protección de su libertad y demás derechos fundamentales. Aislados, no gozarían de una protección efectiva de las autoridades públicas.Y concebimos la creación de esos Núcleos, dentro de los siguientes parámetros jurídico-políticos, que ojalá tengan eco en el gobierno progresista de Santos:
“El Núcleo de Asentamiento Campesino -dijimos entonces- tendría el carácter político administrativo de ‘comuna rural’, adscrito al municipio de que 0haga parte. Sería dirigido por un Regidor y por una Junta Administradora, elegidos directamente por miembros del Núcleo. El Regidor tendría funciones exclusivamente policivas y la Junta Administradora las que les asigne la ley”.
No dudamos, por otra parte, que con la ejecución de políticas de organización campesina y de orientación económica para el mejor aprovechamiento de tierras de cultivo (con aplicación de la Ley de Víctimas y su capítulo correspondiente de Restitución de Tierras), estaremos abriéndole horizontes a la paz, pues como lo expresamos en el libro que citamos, “la paz no es simplemente el resultado de un armisticio o de la desmovilización de los insurgentes…”. “La paz, agregamos, es conciliación permanente, respeto a los derechos humanos y conquista de niveles de vida decorosos”.
Gobernar para los campesinos es un objetivo loable y en eso, al parecer, anda el gobierno del presidente Santos y su excelente ministro de Agricultura, Juan Camilo Restrepo.
Considero, en efecto, que se le están poniendo pisos a la paz con el enfoque que el Gobierno le ha dado a la política agraria. Faltaba voluntad política, y esta, por fortuna, ya es patente.
Como liberal, no oculto la satisfacción de reconocerlo y de ponderarlo.