EDUARDO VARGAS MONTENEGRO | El Nuevo Siglo
Domingo, 6 de Enero de 2013

Cuestión de servicio

 

En algún momento de la historia de la humanidad, probablemente en esos que la consciencia de unidad se perdió, el verbo servir dejó de conjugarse en modo equidad, para conjugarse en modo sumisión. De hecho, una de las acepciones que presenta la Real Academia es “estar sujeto a alguien por cualquier motivo haciendo lo que él quiere o dispone”, vestigio de un pensamiento esclavista, que en muchas personas aún prevalece.  El acto de servir va mucho más allá de ello, a una dimensión en la que somos plenamente humanos, iguales, aunque algunos tengan más que otros. El servicio es en realidad horizontal, pues se trata de un ser humano apoyando a otro ser humano en algo que necesita.

Pero el servicio se ha entendido como una relación vertical, en la que el poder de alguien se impone sobre el poder de otro, incluso negándolo.  Y hemos llegado al uso despectivo de las palabras sirviente y sirvienta, o al disfrazado ‘muchacha del servicio’, por lo general una niña que ha perdido sus derechos. Esto se da en todas las culturas, en todos los idiomas, como muestra de que en realidad somos uno y que necesitamos seguir evolucionando en la consciencia.

Sirven una madre y un padre a la vida que viene en camino, no porque el hijo les pertenezca sino porque la existencia les da ese permiso. Sí, servir es en realidad un beneficio, una oportunidad maravillosa para que brindemos lo mejor de nosotros mismos a otros que lo necesitan, es decir, a toda la humanidad, pues aunque el camino es individual la vida cobra sentido en la interacción humana y todos necesitamos de todos... y de todo. Se nos suele envolatar la consciencia y no reconocemos que como humanos también estamos llamados a servir al planeta y a las demás especies con las que convivimos en esta esfera azul, que es menos grande de lo que creemos.

Podemos volver a la plena consciencia del servicio, desde eso que hacemos a diario, sea dirigir una empresa, manejar un bus, legislar en el Congreso, asear casas ajenas, administrar un museo o ser padres. Cada quien está donde está para servir, lo cual lo enaltece como ser humano. Pero, todos corremos el riesgo de que se nos olvide, al envolatarnos con un título, apelativo o alias, todos tan efímeros que cuando morimos dejan de ser importantes.

Ojalá tomásemos la decisión consciente de ser sirvientas y sirvientes. Ojalá reconociésemos en el servicio la oportunidad de aprender a relacionarnos con otros no desde la arrogancia y el poder mal asumidos, sino desde la humildad y la gratitud hacia ese otro que nos da la posibilidad de ser totalmente humanos al servirle.

@edoxvargas