Eduardo Vargas Montenegro, PhD. | El Nuevo Siglo
Viernes, 23 de Octubre de 2015

ESENCIA

Agradecer enfermedad

 

¡AH,  tema difícil! ¿Por qué habríamos de agradecer por una situación en la que nuestra salud desmejora, temporal o crónicamente? A primera vista no se ve muy “lógico”, puesto que lo que generalmente se nos ha enseñado a agradecer las épocas de vacas gordas y pedir que muy pronto pasen las flacas.  Agradecemos el día “bonito” y todo lo que en nuestra costumbre de fragmentar -pues no hemos aprendido otra cosa- consideramos “bueno”, en oposición a aquello “malo”, como el día “feo”. Pero resulta que podemos aprender que si bien para analizar es necesario dividir, también podemos integrar y construir totalidades. La lógica a la que estamos acostumbrados no todo lo explica: hay otras aproximaciones a la vida, a partir de las cuales podemos pasar de una visión segmentada de la existencia a una íntegra. Los procesos de salud-enfermedad constituyen una totalidad plena de significado, que estamos llamados a reconocer.  Sí, la enfermedad tiene sentidos vitales, que nos perdemos si luchamos contra ella, como si fuese una enemiga.

Cuando agradecemos por aquello que consideramos bueno sentimos que el corazón se nos expande. La alegría hace que se nos hinche el corazón, que bombea más sangre hacia los brazos y la cabeza -que tenemos erguida- lo cual nos posibilita la apertura a experiencias gratificantes. Por el contrario, la tristeza hace que bajemos la cabeza y sintamos pesadez en las piernas, lo cual nos dificulta el movimiento; como si nos enroscáramos, lo cual nos genera estrés: todas las células de nuestro cuerpo se estresan en períodos de enfermedad.  Si a ello agregamos rabia o queja, legítimas por demás, haremos que se estresen más y postergaremos la recuperación del estado de armonía en nuestro cuerpo.  No es que no podamos expresar rabia ni quejumbre, por supuesto que sí, ellas también hacen parte de la totalidad; solo que es preciso tramitarlas y no patinar eternamente en ellas. 

Cuando hemos creado una enfermedad y agradecemos por ello, estamos enviando un mensaje de alivio a nuestras células enfermas. La enfermedad puede ser una aliada que nos permite aprender lo que en estados de salud no hemos podido. Por ejemplo, una parálisis nos puede mostrar la necesidad de dejar de hacer lo que estamos haciendo, lo mismo que una situación que comprometa las piernas o los pies. A partir del asma podemos conectarnos con la fuerza de la vida, que fluye a cada instante. Una dificultad para tragar nos puede recordar que pase lo que pase estamos nutridos y que podemos confiar. Cada persona es distinta y el cuerpo que es, un universo particular. La gratitud por la enfermedad abre puertas de comprensión y aprendizajes, cada quien los que necesita.

@edoxvargas