EDUARDO VARGAS MONTENEGRO, PhD | El Nuevo Siglo
Lunes, 13 de Octubre de 2014

Infierno o paraíso

 

Desde  hace rato sabemos que el infierno y el paraíso no existen, al menos como lugares geográficos que sean el destino final de las almas. Sí creo en los infiernos y paraísos que podemos vivir aquí, ahora, dependiendo de nuestras decisiones y de la frecuencia en la que estemos vibrando. Todos hemos vivido ambos estados y estamos viviendo alguno de los dos. Y tales estados, antes de ser buenos o malos, simplemente son etapas necesarias para el proceso evolutivo de cada quien.

Hacer de la vida un infierno es muy fácil. Basta con sintonizarse o continuar en la frecuencia de todo aquello que es inarmónico. Cada día, cada momento, ocurren situaciones que nos pueden robar la paz interior: un choque simple en el que solo las latas resultan dañadas; un aguacero que nos emparama; un malentendido en el trabajo; una pérdida, de algo que se extravía, de una relación que se acaba, de alguien que muere; una ofensa que alguien nos lanza, una injuria o una calumnia.  Cuando estamos desconectados de nuestro centro permitimos que lo de afuera nos altere. Cuando alguien tiene miedo de ir a algún lado, porque es peligroso y le pueden robar, está entrando en esa frecuencia del robo. Lo más probable es que le roben, confirmando así eso que en su mente había creado, perpetuando el círculo vicioso de la zozobra.

El infierno también puede llegar cuando creemos que otra persona es la que nos completa, cuando seguimos pensando que somos naranjas a medias. Al terminar la relación, y terminará pues nada es eterno, nos sentiremos de nuevo vacíos e incompletos, pues eso era lo que habíamos generado desde el principio, construyendo relaciones desde el miedo y el apego y no desde el amor y la libertad. Cada quien decide.

La lluvia, el choque, el desplazamiento o la muerte de alguien cercano también puede ser un paraíso, aunque a muchas mentes la sola idea les pueda parecer absurda. A medida que elevamos nuestro nivel de consciencia, algo a lo que estamos llamados todos sin excepción, reconocemos en lo que sucede oportunidades para crecer. Claro, la lluvia incomoda, el choque molesta, el desplazamiento oprime y la muerte duele. Si seguimos victimizándonos de todo lo que pase afuera, por terrible que sea, viviremos el infierno. También si continuamos haciendo eco de la maldad y la miseria, pues estaremos ciegos ante la bondad y la abundancia. 

El paraíso solo llegará cuando aceptemos lo que hay, dejemos de pelear y fluyamos. Cuando soltemos lo que no nos sirve y elijamos lo que sí. Cuando nos conectemos conscientemente con nosotros, respirando, enfocándonos en el presente. ¿Más difícil? Sí; sano y perfectamente posible, cuando estemos listos.

@edoxvargas