Con el nombramiento del exministro de Hacienda Alberto Carrasquilla en la Junta directiva del Banco de la República, después de su fallido intento de nombrarlo como su Gerente y de ser defenestrado del gabinete por su fracaso en hacer pasar por el Congreso su nefasta reforma tributaria, sin querer queriendo, como diría el Chavo del ocho, hoy en día todos, absolutamente todos, los codirectores designados por la Presidencia de la República que hacen parte de la misma le deben su nombramiento, por distintas circunstancias, al Presidente Duque. Muy desafortunado este nuevo episodio de la tan criticada y reprobada puerta giratoria, que tanto daño le ha hecho al país.
Con ello el B de la R pierde su autonomía, la que le dio la Constituyente de 1991, disponiendo un mecanismo de rotación de suerte que nunca, nunca, ningún Presidente llegara a nombrar más de dos de los cinco codirectores de dedicación exclusiva, todos ellos con periodos de 4 años prorrogables dos periodos más. Con la llegada de Carrasquilla a la Junta del Banco Emisor, además de la pérdida de su autonomía y de quedar como apéndice del Ministerio de Hacienda, contrariando el sano principio democrático de los pesos y contrapesos, se concentra aún más el poder en el Ejecutivo.
Pésimo mensaje este que se ha dado para el mercado, en momentos en los que Colombia acaba de perder la calificación inversionista de la deuda soberana de Colombia. Las calificadoras de riesgo tomarán atenta nota de este paso en falso. Uno puede no estar de acuerdo con el antipático poder que ellas se han arrogado, como cancerberos de los fondos de inversión privados, de calificar o descalificar la deuda pública de los países, pero el hecho cierto es que el “mercado” le cree es a ellas y sólo a ellas. ¡Qué le vamos a hacer!
Y ya se sabe que la aprobación del proyecto de reforma tributaria que se tramita en el Congreso, al no contribuir a reducir el déficit estructural que acusan las finanzas del Gobierno nacional, limitándose sólo a cuadrar caja para asegurar el financiamiento de los programas de transferencias monetarias condicionadas y no condicionadas extendidas, así como la protección del empleo, ampliados para enfrentar los estragos de la pandemia, no satisface las expectativas de las calificadoras de riesgo.
En fin, volvimos a los tiempos que creíamos superados de la Junta Monetaria, que dependía del Ministerio de Hacienda, justo cuando estamos conmemorando los 30 años de vigencia de la Constitución de 1991, desandando sus pasos. Qué diría El cófrade, Alfonso Palacio Rudas, quien como se sabe no tragaba entero y como delegado de la Constituyente no disimuló su satisfacción de sólo pensar que la creación de “por fin en la Constitución se va a enterrar el leviatán, se va a enterrar ese monstruo que es la Junta monetaria”, ahora que por cuenta de la dinámica de la política se vuelve a las andadas.
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*Miembro de Número de la ACCE