Es muy posible que la apuesta del país, como se ha insistido, en especial desde el punto de vista político, en un ruido constante de intolerancia y polarización, está actualmente, en buena medida, en la capacidad de proyectar la búsqueda de la legalidad, por encima de todo, como un “patrimonio común”, de quien nadie debería tener duda, similar al que promulgara Álvaro Gómez en su Acuerdo sobre lo Fundamental, para llegar, a ser, algún día, realidad en Colombia el lema de “el que la hace, la paga”.
Sin embargo, es cierto que, desde el punto de vista del nuevo Plan de Desarrollo, hay también un objetivo de equidad, que no se circunscribe solo en el estímulo al emprendimiento y a la Economía Naranja, como se han pintado las intenciones del presidente Duque. Es aquí donde sobresale también el propósito de cerrar las brechas entre las distintas regiones que adornan nuestra diversidad.
Esta concepción del desarrollo regional nace con una nueva plataforma, por así definirlo, en el sentido innovador de circunscribir los logros deseados en materia económica y social no solo a nivel de departamentos sino en especial por regiones, esas que nos distinguen con características de todo tipo y que se asemejan entre sí, inclusive en sus indicadores, bien de progreso como de rezago.
Para decirlo de otra manera, el cierre de brechas regionales se sustituye, en términos positivos, por la apertura hacia caminos productivos y de desarrollo social para las regiones, que incluye explotar sus ventajas competitivas. Esto suena hasta el momento de tener que delimitar las regiones por un lado como asignar unos recursos para unas u otras por otra parte y tener además que justificar el por qué para unas más que otras, para lo cual se requirió de un buen sentido de gobernabilidad, de la voluntad, para contar con la aprobación de los congresistas, como representantes de las regiones -tarea nada fácil-.
En este sentido, hoy, desde el punto de vista de la planeación nacional se concibe a Colombia, de una manera diferente, como un país conformado por nueve regiones: el Pacífico, el Eje Cafetero y Antioquia, el Caribe, la Región Central, los Santanderes, los Llanos y la Orinoquía, la Amazonía, la Región Seaflower (islas de San Andrés, Providencia y Santa Catalina) e incluso la Región Océanos, una demarcación disruptiva, nueva, que con base en una radiografía socioeconómica de los territorios, se da paso a un nuevo enfoque de desarrollo regional. Este Pacto Regional recoge recursos por inversiones de casi $852 billones, cerca del 78% del valor total del Pacto por Colombia.
Qué bueno será para las nuevas generaciones poder concebir, en medio de un desarrollo sostenible, que los océanos, por ejemplo, tienen una atención específica como el mismo Seaflower o como el centro del país. Si Colombia logra introducir cada región como una ciudadana del mundo, con su propio desarrollo, de manera competitiva, con productividades únicas y fuertes, es de creer que por fin le estaremos sacando el jugo a nuestra diversidad, en pro de una mayor equidad.
*Presidente Corporación Pensamiento Siglo XXI