“Coronell quedó consagrado como un prócer”
En la escuela de comunicación enseñan que el periodista debe ser objetivo, imparcial e independiente. Quimera pura. El único periodista imparcial que conozco se llama Hernán Peláez, hasta cuando se mete a la cancha de la política y suele patear mejor con la zurda. De resto, todos tenemos ideas que defender. Pero el de la otra semana en Semana fue un partido fuera de serie. Cuando la imagen corporativa, la misión y la visión coinciden en un mismo código, Tahur (Tirar A Herir a Uribe) todo es fácil. Se pueden permitir piruetas mediáticas para mejorar la imagen y salir fortalecidos institucionalmente. Se trató de una crisis controlada en tubos de ensayo de laboratorio de tinta y la trama fluyó, controladamente, en varias escenas:
Su periodista estrella, Daniel Coronell (DC) -en inglés: Democratic Center- en su columna decidió “patear la lonchera” - como lo pintó el caricaturista Vladdo- y cuestionar al medio porque se había dejado “chiviar” del New York Times al no publicar antes una información sensible que supuestamente era -en pensar unánime de los columnistas del medio- la segunda parte de los “falsos positivos” en el Ejército de Colombia. Y, de manera desafiante, le exigió explicaciones a su empleador. Deja entrever que la decisión del freno a la noticia pudo deberse a “conveniencia política”.
En simultánea, las otras estrellas de la revista, María Jimena Duzán, si bien se solidariza con el coronel caído, dice que no se inmola con él, para no darle el gusto al enemigo; el veterano escritor de izquierda, Antonio Caballero, se va lanza en ristre contra todo el mundo: deplora la salida de DC, pero lo critica por arrogante, al creerse el paladín de la libertad de expresión, cuestiona al dueño del aviso por convertir una disputa marginal en un grave escándalo sobre la libertad de prensa, reitera que Semana no censura a sus columnistas y que mantiene “su independencia de los gobiernos de turno” (SIC), tal como lo demostraron en la infame campaña pro - Sí del plebiscito que ganó el No. Obviamente, al principio su faena no desaprovecha la ocasión para lanzar puyas a un expresidente con el pretexto de que se dejó de publicar la noticia sobre una “posible incitación del horrendo episodio de los falsos positivos que manchó para siempre al gobierno de Álvaro Uribe”; Daniel Samper cambió el tono del humor para fundirse en serio con su parcero, y la nueva columnista, Vicky -la bonita- cuestiona el despido de DC, “el mejor reportero que he conocido en mi vida”.
El dueño del aviso, Felipe López,de filiación liberal, despide a DC, de filiación antiuribista, con el argumento de que “si su decisión era seguir poniendo en tela de juicio la credibilidad de la revista, lo lógico es que lo hiciera desde afuera”; el Director, Alejandro Santos, hijo y sobrino del Acuerdo con Farc, medio justifica la “chiviada” en aras de un proceso investigativo más profundo, lamenta la salida de DC y adopta una postura autocrítica.
Post-it. Luego del drama, Daniel resurge de entre la tinta derramada y regresa al medio. Lo había vaticinado Caballero: “Coronell quedó consagrado como un prócer de la independencia”. Y todos felices, como perdices.