De manera vertiginosa se vienen agudizando las contradicciones políticas y sociales en el vecino país de Venezuela. La Presidencia interina de Juan Guaidó se ha venido abriendo espacio interno e internacional y la dictadura de apariencia democrática de Maduro cada vez pierde sitio por su falta de legitimidad. El reconocimiento que gran cantidad de países ha realizado a los canales democráticos y constitucionales, para poder superar la mala noche que ha vivido el país, ha sido fundamental para que revivan los movimientos populares y las protestas colectivas que causan pánico y temor entre los usurpadores.
Las medidas económicas son definitivas. El golpe de gracia lo ha dado el gobierno Trump al congelar los activos de Pdvsa (la petrolera estatal) avaluados en 7.000 millones de dólares. Dejan de ingresar los once millones de dólares anuales por la venta del petróleo que prácticamente constituyen los únicos ingresos del Gobierno para sortear su crisis económica interna. Además, se prohíbe a las compañías estadunidenses realizar transacciones comerciales con la petrolera venezolana. Todo para impedir que los ingresos lleguen a Maduro. La llave de estos ha pasado al presidente interino y no es tan fácil para el régimen de Maduro conseguir otro comprador para su petróleo, de características muy especiales para el refinamiento, al punto que no hay refinerías apropiadas para el efecto, diferentes a la que tienen en los Estados Unidos de América. Sumado las anteriores sanciones al ciclo hiperinflacionario en que se encuentra la economía venezolana, el efecto puede ser demoledor.
Los militares son quienes sostienen al régimen y enseña la historia que en las dictaduras, estos son leales, hasta el mismo instante en que dejan de serlo. Cualquier cosa puede pasar con un ejército de gente joven, cuyas familias padecen las consecuencias del régimen. La ley de amnistía que se propone a la Asamblea Nacional puede ser un factor de acercamientos para el gran grueso de funcionarios públicos y de miembros del ejército que han estado atados a la dictadura por las circunstancias. Lo que si no puede hacerse es amnistiar a los violadores de derechos humanos y traficantes de drogas que se han aprovechado del poder para enriquecerse a costa de lesa humanidad. Que tiemblen los pillos.
Absurda la nota del Consejero de Seguridad Nacional americano que dice: “5.000 soldados a Colombia”, pero más desconcertante su respuesta, sobre que todas las posibilidades caben. Ni más faltaba convertir a Colombia en el portaviones para un enfrentamiento bélico. Ese muerto no lo cargo yo.
Ojalá estemos observando el principio de fin de un régimen que solo ha traído pobreza a su pueblo e inestabilidad a la región. Esperemos que sea el despertar de la gloriosa Venezuela, un país hermano, cuna de grandes literatos, intelectuales y juristas; y de un pueblo trabajador y emprendedor, que en un ambiente de libertad y democracia podrá sin duda, retomar el sendero de un promitente futuro.