Como pocas veces fue tan de alta expectativa la elección de la nueva mesa directiva del Senado de la República, este 20 de julio, como también la del primer discurso del presidente Gustavo Petro en la respectiva instalación del Congreso.
Además, el desfile militar y policial en conmemoración de los 213 años del grito de la independencia se realizaba con un especial simbolismo en la isla de San Andrés tras el fallo favorable y contundente para Colombia de la Corte Internacional de Justicia de La Haya tanto en su soberanía como en la delimitación de la plataforma continental ante Nicaragua.
De parte del presidente Petro siempre es de esperar que cualquiera de sus intervenciones vaya acompañada por un gran inquietud y expectación. El presidente parece consciente de ello y en su discurso, que se extendió por casi dos horas, buscó dar explicaciones -ante todo teóricas- de sus pretensiones, en formato de clase magistral, con la facilidad de oratoria que lo caracteriza.
Reconoce, entonces, que necesita explicar, y volver explicar, por qué enmarca su eslogan y sus conceptos de la llamada “Colombia potencia de la vida”, incluyendo asuntos como descarbonizar la economía, la justicia social y la justicia ambiental, con aclaraciones, tal vez no tan profundamente pedidas, hasta con afirmaciones que incluso se atreve a mencionar como que no serían de corte socialista.
Reconoce también que sobre sus posiciones cae siempre la carga del prejuicio, el cual resulta inevitable porque él ha labrado este camino, no sólo por su trayectoria sino también desde el balcón, en el llamado a la explosión social en las calles o en mensajes que polarizan la sociedad y estigmatizan a muchos como a quienes poseen mayores ingresos.
Más allá de la dialéctica, el prejuicio sobre el gobierno de Gustavo Petro siempre va a existir, como lo es incluso sobre todos los gobiernos, aunque puede ser mayor en su caso porque son muy pocas las explicaciones en cómo se van a realizar y a llevar a cabo sus pretensiones. Reformas que en la mayoría de las veces son poco flexibles al cambio o acuerdo en la divergencia y entonces se quedan en el conflicto, el caos o la desaprobación. Si bien insiste en el Acuerdo Nacional, la credibilidad en la capacidad para armar consensos es baja.
El presidente Gustavo Petro en su discurso proyecta mucho más allá su interés por erigirse como un líder regional, pero esto solo es posible si demuestra su capacidad de gobierno a nivel interno, sin incitar a una polarización permanente y con un enorme clamor por recobrar la defensa y seguridad nacional y también en no ver mermada la capacidad para ganar el sustento, en un país donde se pueda trabajar o estudiar sin que se pierdan logros alcanzados en décadas, bajo un gobierno que corte tajantemente con las actitudes que no son nada pulcras en lo público.
*Presidente Corporación Pensamiento Siglo XXI