Todos pensaban que después de 365 días, el pasado primero de enero llegaría con novedosos temas, con mensajes y propósitos optimistas, con la óptica de un nuevo país. Pero fue tal la influencia de las ¨fake news¨, tantas mentiras que nos dominaron durante las pasadas elecciones, que seguimos y seguiremos untados de mermelada hasta la coronilla. Nada diferente podría suceder, si eso que era ¨pecado¨ se convirtió en oportuna viveza.
La vieja práctica de nuestros dirigentes, de compensar a quienes los llevaban al poder, seguirá existiendo por todos los años que nos queden como república, país o régimen, trátese de gobiernos de las extremas, del anhelado centro o de cualquier ¨madurada¨ que se implante aprovechando el desorden.
Todo esto será producto de la falta de equidad en que vivimos y de la necesidad de sostener la corrupción y la deshonestidad.
La inmensa masa de desorientados votantes, que llega hasta la idolatría seguidora y adoración de falsos profetas; esos millones de colombianos que esperan tiempos mejores, o prebendas de quienes creen sus guías impolutos, seguirán votando equivocadamente. Actuarán sin reflexión y darán el sufragio a los caudillos de ocasión, a quienes les digan los medios influyentes del momento, o las redes sociales con repletas de ¨fake news¨ y falsas noticias.
Por ejemplo: durante el pasado debate electoral se utilizó la mermelada, como si fuera una pócima maligna, que un exministro bautizó. Fue tan pegajoso ese provocativo dulce acompañante, que todos querían bañarse con la confitura. La jalea era fantástica, provocativa y generaba torrentes de saliva. Lo que era malo si lo aplicaba Santos, o había utilizado Uribe, es hoy, el confite del nuevo pastelero.
Hay que recordar que en tiempos remotos la mermelada nació de frutas cocinadas con miel, pero se universalizó con la popularización del azúcar. Y en nuestro medio hay hasta parlamentarios (as) que manejan el granulado y hasta le sacan leche a esta nueva mermelada. Hasta Ricky Martin, ha tenido que ver con la mermelada, si recordamos el caso de una niña, en el programa de TV de Antena 3.
En nuestro medio será difícil salir del tema de la mermelada, mientras se produzcan negocios, nombramientos y prebendas, embadurnados con esa jalea. Todos los gobernantes, como los toreros, llegan con su propia cuadrilla. ¡Ni más faltaba!
Cómo verían los uribistas ¨pura sangre¨, esos que no resistieron una carroza en el festival de Pasto, si Duque hubiera nombrado a Holman Morris en un ministerio, a Sergio Fajardo en educación, a Daniel Coronell en Mintic, o a Robledo en la cancillería.
Es apenas explicable que haya duquistas en el gobierno. ¡Él ganó! Pero para recibir cosas o recompensas, hay que llenar elementales y legítimos requisitos, no valorarlos mediante declaraciones ante notario, como la señora Ortiz, o demostrar idoneidad para recuperar jugosos contratos. Así se justifica la buena mermelada, o el dulce acompañante.
BLANCO: La negativa de los demócratas al muro de Trump.
NEGRO: El fallecimiento de Eucario Bermúdez. ¡Pérdida irreparable!