La economía del cuidado y del trabajo doméstico representa cerca de la quinta parte del PIB nacional. No obstante, se trata de un sector invisibilizado y desprotegido, con profundas brechas de inequidad por razones de género.
Caminar hacia la inclusión exige asimilarla dentro del ciclo de producción de riqueza, así como garantizar los derechos de las mujeres que mayoritariamente la ejecutan, especialmente en el ámbito del trabajo decente y la seguridad social.
Colombia avanzó al reconocer la economía del cuidado en las cuentas nacionales, a través de la Ley 1413 de 2010. Pero es tiempo de estructurar un esquema efectivo de protección a las responsables del cuidado, otorgándoles periodos adicionales de cotización pensional, protección en riesgos del trabajo, servicios sociales, subsidio familiar y prestaciones diferenciales en seguridad social.
Los avances que ha hecho la alcaldía de Bogotá para implementar un sistema de cuidados son relevantes. Se trata de la primera ciudad en Latinoamérica en contar con un modelo tal. Por los esfuerzos de la secretaría de la mujer y la prioridad reconocida en el plan de desarrollo al tema, ya se prestan servicios a las cuidadoras en las once manzanas del cuidado existentes y se les brinda soporte social, en capacitación, recreación y productividad.
De otra parte, el compromiso del gobierno nacional expresado en la propuesta de campaña sobre la implementación de un sistema nacional de cuidados, abre la puerta a una transformación estructural y necesaria para el país.
Le corresponderá al ministerio de la Igualdad que se cree, con el liderazgo de la vicepresidencia y en coordinación con otras autoridades del Estado, desarrollar este propósito, que debe ser apreciado como prioritario por la sociedad, si se quiere realizar derechos y justicia social.
En otras latitudes, se ha avanzado en esta tarea, reconociendo, por ejemplo, semanas adicionales de cotización pensional o prestaciones diferenciales para mujeres por cada hijo. La implementación de servicios de descanso o respiro para quienes ejercen el cuido y el desarrollo de programas de capacitación son esenciales; también activar la economía silver y promover nuevas ocupaciones laborales en este ámbito, apreciadas en países del primer mundo.
En otras sociedades se ha caminado hacia la creación de ministerios de la felicidad o de la soledad no deseada, justamente para fortalecer la capacidad de respuesta institucional ante nuevas necesidades.
Adicionalmente, la promoción de la cultura del cuidado desde la escuela, contribuirá a superar etiquetamientos sexistas, pues solo cuando se asimile socialmente que las tareas del hogar y la atención de menores, enfermos, personas en condición de discapacidad o mayores, no son exclusivas de las mujeres, se podrá avanzar en derribar paradigmas discriminatorios.
Una gran tarea es la de construir la escuela del cuidado, para que la niñez y la juventud consideren que el rostro actual de la solidaridad es la atención de quienes en la familia y el colectivo requieren de un apoyo diferencial. Asimilar desde el colegio las bases de esta actividad contribuirá a una sociedad más incluyente y tolerante.
En términos amplios y considerando la transición histórica del mundo, llegará el día en que los tradicionales sistemas de protección social se conviertan en sistemas de cuidado, entendiéndose al estado de bienestar como uno del cuido, bajo una lógica integral, que inicia con la promoción de la convivencia, la seguridad y la paz, y se extiende hasta la protección de la autonomía personal, la suficiencia de ingresos y la atención frente a contingencias de impacto social.
La tarea no da espera. En la agenda priorizada de reformas ante el Congreso, es esencial que el cuidado sea reconocido con urgencia.