Actualmente se habla mucho de ciudades inteligentes, de internet de las cosas, de big data, de tecnología 5G, de la cuarta revolución industrial, de la era digital, de los nativos digitales, etc. Una cantidad de información que agobia, de la que todos hablamos, pero muy pocos entienden y muchos menos aplican. Es innegable el impacto que ha generado el internet en el mundo, ha transformado nuestra vida cotidiana, nuestras relaciones sociales, la vida de las empresas y los países. Eso que parecía ciencia ficción cada vez es más real y empieza a estar al alcance de todos, pero también exige acciones.
La revolución urbana, a partir de 1960, llevó a que la población mundial empezara un proceso de migración del campo a las ciudades sin precedentes. Pasamos de tener, aproximadamente, 1.000 millones de personas viviendo en las ciudades en 1960, a cerca de 5.000 en 2019, y se espera que para el año 2050, esa cifra llegue a 10 mil millones de personas. En Colombia, la revolución demográfica ha llevado a que el 80% de nuestra población hoy viva en centros urbanos.
Y la razón es sencilla, la ciudad es el hábitat más eficiente y sostenible para el ser humano. Llevar servicios de acueducto, alcantarillado, energía, gas, conectividad, educación, salud, abastecimiento, etc. No solo resulta excesivamente costoso en el campo, donde la población está muy dispersa y alejada, sino que la huella de carbono que se genera, hace del campo un lugar insostenible para vivir.
La ciudad es el centro de intercambio, de comercio, de interacción cultural y social por excelencia, donde es más fácil mejorar la calidad de vida de las personas y satisfacer sus necesidades básicas, insertándolos en el circuito económico y social, aumentando la productividad y reduciendo las cargas ambientales.
De ahí la importancia de hacer de nuestras ciudades, ciudades inteligentes. Y un territorio inteligente es aquel que, mediante el uso eficiente de la tecnología y de la información (los datos), impacta positivamente la vida de las personas. Pero una ciudad inteligente, además de tecnología y conectividad, necesita un propósito, el cual debe construirse colectivamente.
Pero sin duda, para hacer de una ciudad inteligente se necesita conectividad. La conectividad es la materia prima de una ciudad inteligente. La conectividad es a la revolución digital, lo que la máquina de vapor fue a la revolución industrial. Pero la conectividad necesita de infraestructura para poder suministrarse.
Si en Colombia no se levantan las barreras al despliegue de infraestructura, la conectividad no podrá llegar a todos los territorios y la ilusión de tener ciudades y municipios inteligentes no será más que una ilusión. Debe ser un propósito nacional llevar conectividad a todos los colombianos, que hoy la necesitan tanto como la energía eléctrica o la infraestructura vial. Ojalá los nuevos mandatarios que asumieron en enero, entiendan la necesidad que tienen sus comunidades y levanten barreras que hoy mantienen marginados, en el siglo xx, a más de la mitad de nuestra población.
@SamuelHoyosM